Vacaciones con mi cuñado V - Relatos Eróticos

Vacaciones con mi cuñado V

... con eso? —le pregunté.

—Lo del hotel estuvo muy bien, pero me da reparo tener que enseñar el DNI cada vez que vayamos. De todas formas es mera curiosidad, cuñado. No te preocupes porque montaremos en bici igualmente.

Comprendía el interés que despertaba porque un parking desolado sin árboles donde guarecerse se me antojaba un lugar muy poco discreto donde mantener relaciones. Con lo que Alberto no contaba fue que un domingo por la mañana lo que abundaban eran familias completas y no tíos solitarios en busca de acción.

—Vaya mierda —se lamentó.

Recorrimos unos veinte kilómetros por las pistas que bordeaban el parque a un ritmo moderado para que Alberto no sufriera las secuelas de la novatada. Reconoció que le había gustado volver a montar en bicicleta después de tantos años, pero también que echaba de menos otras cosas que ese domingo finalmente no tuvimos. Por eso cuando llegué a casa me metí directamente en el baño para hacerme una paja pensando en mi cuñado y lo que pudo haber ocurrido. Al fin de semana siguiente le obligué a que me obedeciera, así que tomamos una ruta hacia el norte que conocía bien. No había zonas decruising según su radar, pero sí varias construcciones semi derruidas donde hallar algo de intimidad. No resultaba tan cómodo y placentero como la habitación de un hotel, pero pudimos chuparnos las pollas el uno al otro con cierta tranquilidad. Por tanto, nuestros encuentros retomaron ese cariz desapegado de pura necesidad fisiológica de darnos y recibir placer lejos de abrazos, besos y demás mariconadas. No ocurría cada domingo, como si ya nos hubiésemos cansado de imponer esa nueva rutina.

A las cañas de un sábado cualquiera se nos unió David, el amigo gay de nuestras mujeres, emparejado con Mateo, también amigo de ellas, con quienes compartimos parte de nuestras vacaciones y un secreto. Contó que Mateo se había ido a un viaje de trabajo a Japón donde estaría casi un mes.

—Se me cae la casa encima sin él —se lamentaba.

Al oírlo dudé que fuera cierto a sabiendas de los escarceos que permitía su relación abierta ante lo cual aprovecharía la ausencia de Mateo para serle infiel con total impunidad. Supuse que Alberto pensaría lo mismo, pero él ya estaba maquinando otra cosa; el cabrón parecía ir siempre un paso por delante de mí. Se las ingenió para forzar que los hombres nos quedásemos solos proponiendo emborracharnos para que David se quitara las penas, lo cual no funcionó. Tampoco la invitación a jugar al pádel o una escapada con las bicis a la mañana siguiente.

—Qué va —rehusó—. Mi planazo para el domingo es montar unos putos muebles de Ikea que compré para decorar el despacho y darle una sorpresa a Mateo cuando regrese. A ver si soy capaz porque el bricolaje no es lo mío.

—Anda, pues que te ayuden estos —sugirió Noelia refiriéndose a Alberto y a mí.

—Ah, pues sí —le apoyó mi mujer—. Kike es un manitas. Que vayan a tu casa y cuando acabéis podemos comer por ahí.

—O podemos organizar algo en mi ...