1. Mientras mi hermana da el pecho


    Fecha: 29/10/2019, Categorías: Incesto Autor: VictoriaSG, Fuente: TodoRelatos

    ... y se bajaba el sujetador de lactancia, y la polla se me ponía más dura que una piedra.
    
    Fue entonces cuando crucé límites con los que jamás me había atrevido. Además de no poder evitar acariciarme el paquete disimuladamente mientras la miraba, grabé ese momento tan íntimo, fingiendo total inocencia, para después pajearme. Todo lo relacionado con las tetas de mi hermana me tenía siempre caliente, desde el amamantamiento, hasta la forma de masajeárselas cuando le dolían.
    
    Estaba seguro de que ella no sospechaba nada, pensaba que simplemente estaba a su lado de la misma manera que lo había estado durante todo el proceso. A menudo me sentaba con ella en el sofá mientras daba de mamar, esperando el momento de poder verle las ubres en todo su esplendor. Durante esos primeros meses, Meri parecía siempre agotada, aprovechaba cualquier momento para cerrar los ojos.
    
    - Hermanito, ¿la peque sigue mamando?
    
    - No, parece que ya ha terminado.
    
    - Pues hazme el favor de llevarla a su cuna, necesito dormir un rato.
    
    - Claro, yo me encargo de ella.
    
    Llevé a mi sobrina a la habitación y cogí una manta con la intención de arropar a Meri. Cuando volví al salón, mi hermana ya estaba totalmente dormida. Le quedaban tan pocas energías, que ni siquiera se había guardado el pecho. La enorme teta rezumaba un hilo de leche. Nunca me había sentido tan tentado a hacer una locura.
    
    Pensé en manosearla, incluso en succionar esa teta para descubrir a qué sabía su leche, algo que siempre me había preguntado. No me atreví a hacer ninguna de las dos cosas, era demasiado arriesgado, pero los tocamientos que inconscientemente estaba aplicando a mi entrepierna, se convirtieron en una paja en toda regla.
    
    A escasos centímetros de ella, de pie en mitad del salón, me saqué la polla y me masturbé mientras miraba la teta que mi hermana se había dejado fuera. Era una gran masa de carne blanquecina, seguramente blandita y agradable al tacto, con un pezón oscuro a través del cual se alimentaba mi sobrina.
    
    No necesité bombear durante demasiado tiempo. En el mismo momento en que su leche dejó de fluir, la mía fue a parar a sus pies. Con mucho cuidado, limpié la escena del crimen con la manta que había traído para ella y me fui a mi habitación, a cascármela dos veces más. A esas alturas, ya no me venía de un par de remordimientos más.
    
    Ver esa teta tan claramente me permitió tachar lo que hacía tiempo que estaba en el primer lugar de mi lista de deseos. Con ese sueño ya cumplido, mi fantasía más recurrente pasó a ser que era yo el amamantado y descubría el sabor de la leche materna. Como ese objetivo parecía imposible, me centré en seguir disfrutando de los momentos en los que daba el pecho a Laia, ya que mi hermana decía que estaba a punto de destetarla.
    
    Empecé a temer que toda esa experiencia me estuviera alejando, aún más, de ser un adolescente normal. Ya apenas me fijaba en otras chicas, sentía que no tenían nada que ofrecerme, que no me podía excitar con sus ...
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