1. La Libertad III_30: día 12_apuesta


    Fecha: 21/10/2019, Categorías: Incesto Autor: laualma, Fuente: TodoRelatos

    ... de mi clítoris. Tan solo un par de pasadas decididas a ambos lados de aquel órgano de placer bastaron para hacerlo salir de su escondite y empalmarse insensatamente para mi primo. Aquellos dos dedos lo recorrieron, ya duro, un par de veces arriba y abajo. Gemí si poder reprimir aquella demostración de placer desmedido; total, mi coño acababa de empaparle la mano, y yo sabía que lo que venía ya iba a hacerme imposible disimular nada. ¿Cómo era capaz aquel cerdo de conocer tan bien mi cuerpo? Su movimiento suavemente masturbatorio de mi clítoris empalmado lo obligo a terminar de desperezarse y a abandonar su cálido y húmedo refugio. Por completo. Nunca antes había estado tan empalmada con mi primo. Su propio nabo se endureció al máximo, vibrando en mi mano como si estuviera respondiendo a la propia vibración de la parte más íntima y sensible de mi sexo, que se había puesto como una pequeña piedra afilada entre los dedos de Pablo. Mientras me lo pajeaba así, el lateral de aquella mano, todo aquel largo dedo índice hasta donde arrancaba por fin su intrépido pulgar, se estaban refregando contra mi vulva abierta, separando cada vez más el nacimiento de mis labios menores, abultados y salidos entre las blandas aunque turgentes almohadillas de los mayores, liberados totalmente de pelo y expuestos a mi primo para su exclusivo placer. Su dedo pulgar había estado deleitándose con la inédita suavidad de mi piel en aquel punto, excitando cada vez más mi entrada, hasta que terminó por colarse dentro de mí, o mis propios labios mayores se las arreglaron para engullir su dedo. Y así, mientras sus otros dos dedos seguían pajeándome el clítoris y el lateral de su mano me refregaba toda la entrada, el pulgar empezó a repetir una y otra vez el largo y húmedo camino de mi raja, desde mi ano palpitante hacia delante, machacando y empujando las gruesas y agitadas membranas de mis labios menores, masajeándolas con furia hasta que, en su implacable avanzar, aquellas dos almejas babosas quedaban atrás, volviendo elástica y húmedamente a su sitio, y su dedo completaba el camino de mi raja ardiente hasta golpear también mi clítoris. Y entonces Pablo me hacía jadear como una pequeña furcia para él, justo antes de devolver su dedo gordo hacia atrás, haciendo una honda y chapoteante mojadita en lo más hondo de mi coño antes de sacarlo del todo y volver a empezar.
    
    Al sentirle entrar por primera vez así en mi potorro abierto, separé un momento mis labios, pero no dije nada. Estuve tentada, al ver su ultimo atrevimiento, su ultimo impulso hacia mí, hacia mi cuerpo, hacia mi sexo, de pedirle que siguiera, de pedirle follar. Puto Pablo… era un Dios. No. Me limité a jadear en plan guarra para tratar de sobrellevar aquel placer desmesurado lo mejor posible, casi como una embarazada utiliza la respiración rítmica y violenta para calmar sus dolores. La mente es poderosa, y así, aunque él siguiera con su mano hurgándome, al cabo de un rato yo ya no sentía nada. Para mí había llegado ...
«12...192021...24»