1. Club de adictos a las MILFs (8)


    Fecha: 14/10/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... con sus ojos. Un tipo que lleva en su auto a una mujer con unas cuántas copas encima. Frena el auto en un lugar inhóspito. La manosea sin siquiera mediar una palabra. No escucha cuando le dicen que no. Y no importa qué excusa haya usado yo. Le dije que tenía que volver a casa. Si fuera un caballero me hubiese llevado, sin demoras. Y después, cuando tuvimos relaciones, en ningún momento mostré placer. Él estaba penetrando a un cuerpo inmóvil. Así que es obvio que él sabía lo que estaba haciendo. Estaba abusando de mí.
    
    —Claro má, tenés razón. Disculpá por preguntar —reconocí.
    
    Tendría que ponerme de pie y estrecharla entre mis brazos. Pero no podía hacerlo. Mi erección era imposible de disimular. Lo que sí hice fue extender la mano de nuevo. Ella se acercó y me la estrechó. Luego se arrimó más y me abrazó. Estando sentado no me exponía tanto como si estuviera de pie. Aunque si desviaba la mirada hacia abajo era probable que notara que había un bulto más grande de lo normal dentro de mis pantalones. Y para colmo mi cabeza quedó apoyada en sus pechos de nuevo.
    
    —Mi príncipe guardián. Gracias por escucharme —dijo ella—. Sé que debe ser muy incómodo para un hijo escuchar estas cosas.
    
    —Para nada. Ya estoy grande, y hacés bien en desahogarte conmigo. Y además, aprendo cosas —dije rápidamente, pues no quería que se arrepintiera de haberse abierto conmigo de esa manera. Quería más conversaciones de ese tipo, ya no solo pensando en lo útil que podía ser para el club, sino porque me daba muchísimo morbo oírla.
    
    Ella suspiró, y acarició mi cabeza con ternura.
    
    —Bueno. Cambiando de tema. Este sábado te toca cortar el pasto —dijo.
    
    Perfecto, pensé. Ella misma se había encargado de distender el ambiente.
    
    —¡Qué! ¿Y la gente que viene siempre? ¿Le vas a quitar la changa? —pregunté, no tanto por solidaridad, sino porque detestaba realizar trabajos físicos.
    
    —No, yo no les quito nada. Ya me cancelaron varias veces, y el patio del fondo ya parece una jungla. Si no quieren trabajar, que no trabajen, y listo —respondió ella.
    
    —Está bien —dije, resignado.
    
    —Igual no te preocupes, que va a venir alguien a ayudarte —comentó después, como al pasar.
    
    —¡Quién! —dije yo.
    
    —¿Te acordás de Anastasia? Esa morocha a la que te comías con la mirada cuando vino a retirar un pedido—comentó mamá, con una sonrisa maliciosa en sus labios.
    
    Eso me sorprendió. No me había dado cuenta de que ella se había percatado de aquello. Eso en sí mismo no representaba ningún problema, pero por otra parte, si no me había percatado de aquello, quizás era posible que mamá haya notado alguna de mis miradas indiscretas y yo tampoco había reparado en lo expuesto que había quedado.
    
    —¿Ella va a venir a cortar el pasto? —pregunté, confundido.
    
    —No seas tonto —dijo mamá, soltando una carcajada—. El que va a venir es su hijo.
    
    Vaya, por ahí venía la mano. Y Toro no me había dicho nada. Aunque supuse que lo haría ese mismo día. Estaba claro que lo que debía hacer era dejar ...