1. Club de adictos a las MILFs (8)


    Fecha: 14/10/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    Capítulo 8
    
    Fueron apenas unos segundos. Pero bastaron para que me atravesara un temor que nunca antes había experimentado. Y eso que desde hacía tiempo que había tomado la costumbre de jugar con fuego. Sentí que un frío filoso recorría mi espalda, para luego hacerme temblar de pies a cabeza. A esto había llegado con mis sentimientos enfermizos. Ahora iba a quedar expuesto ante mi propia madre, la única persona en el mundo que debía permanecer ajena a todo lo que ocurría en mi oscuro interior.
    
    Mamá encendió la luz de la lámpara. Me pregunté si con esa tenue iluminación alcanzaba a ver la palidez repentina que se había apoderado de mi rostro.
    
    —¡Bautista! ¿Qué pasa? —preguntó, exaltada.
    
    De repente pareció recordar que estaba en tetas, así que se cubrió con la sábana.
    
    —Bueno, yo… —dije, tartamudeando, sin poder terminar de pronunciar la frase, ya que no se me ocurría nada para salir del embrollo en el que me había metido. Y a cada segundo que pasaba, sentía que me exponía más a que ella se percatara de mis terribles intenciones.
    
    —Que horrible pesadilla —dijo entonces mamá—. ¿Grité mucho? ¿Te desperté? —preguntó después—. Qué pregunta estúpida. Claro que te desperté. Mirá. Sentí cómo late mi corazón.
    
    Me agarró de la mano y la llevó hasta su pecho izquierdo. Ciertamente, latía mucho más rápido de lo normal. No pude evitar aprovecharme de la situación. Si bien ahora ella misma me había hecho hacer contacto con su seno, no estaba tocando la parte más carnosa de este.
    
    —A ver —dije, como quien no quiere la cosa.
    
    Me incliné y apoyé la oreja para oír los latidos. Ahora mi rostro entraba en contacto con la zona más sabrosa de sus tetas. Ya de por sí la estaba sacando barata. Mamá había imaginado por su cuenta la excusa que yo mismo debí haber expuesto: ella estuvo un buen rato gritando, por lo que tuve que ir a ver qué le pasaba a la pobre. Era impresionante cómo había cambiado la cosa de un instante a otro.
    
    Mientras escuchaba los latidos, que lentamente volvían al ritmo normal, yo mismo me iba tranquilizando. Era difícil hacerlo, porque pasé de un sentimiento a otro con una brusquedad tremenda. Ahora estaba eufórico. Había abusado de ella y daba toda la impresión de que me iba a salir con la mía.
    
    —Qué susto me pegaste —le dije, con la cara dura como la piedra—. Y qué era lo que estabas soñando —dije después, fingiendo interés.
    
    —Estaba soñando… —dijo mamá—. No, no importa.
    
    Me erguí, y le di un beso en la frente.
    
    —Vamos mami. Uno no tiene pesadillas con cualquier cosa. Debe haber algo que te inquieta, y eso se materializa en tus sueños.
    
    Mamá me acarició la cabeza, con ternura. Yo aún estaba inclinado, pues esperaba a que mi erección desapareciera. Pero hasta el momento no lo conseguía, cosa que me inquietaba mucho.
    
    —No es nada. Soñé que… soñé que me violaban —soltó.
    
    Resoplé, mostrándome estremecido por tal noticia.
    
    —Que pena mami —le dije—. Lamento que hayas soñado algo como eso. Pero ya pasó. Y ya estoy ...
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