1. Club de adictos a las MILFs (8)


    Fecha: 14/10/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... no solo me manoseó ahí, sino que metió la mano por adentro del vestido, y me lo empezó a estrujar con violencia. Hasta me hizo doler.
    
    La imagen no podía ser má erótica. Mamá atrapada por aquel tipo, con su lengua babeante metiéndosele adentro, y su mano inquieta hurgando en su trasero. Y aunque ella no me lo había dicho, estaba seguro de que en ese forcejeo el abusador también disfrutaba mucho de los prodigiosos senos de mamá frotándose en su pectoral, aprovechando la cercanía física a la que la había sometido.
    
    —¿Y cómo terminó la cosa? —quise saber.
    
    —El tipo no me soltaba. Hasta empezaba a tironear de mi ropa interior. Fue ahí cuando ya no pude más. Le di un empujón y me fui corriendo de ahí.
    
    Mi pija se había endurecido mientras la escuchaba. Me imaginaba cada detalle de lo que me contaba, y rellenaba los huecos que dejaba en la historia por mi cuenta. Había dicho que después de darle un empujón salió corriendo. Pero primero debió acomodarse la bombacha de nuevo, ¿cierto? O quizás no había alcanzado a bajársela más que unos centímetros. En ese caso podría acomodársela en el ascensor. ¡Lo que hubiera dado por ver la escena con mis propios ojos!
    
    —¡Qué degenerado hijo de puta! —Exclamé, quizás con cierta sobreactuación—. Me imagino que hiciste la denuncia —dije después.
    
    —No, no quise hacerla —respondió ella, avergonzada.
    
    —¡Cómo que no!
    
    —Ya sabés cómo son las cosas acá en Argentina, Bauti —dijo ella, con paciencia—. Voy a hacer la denuncia. Me piden pruebas, cosa que no tengo. Es mi palabra contra la de él. Y aunque pudiera lograr que lo condenen, se llevaría la pena mínima. Excarcelable. Porque como no hubo “acceso carnal”, entonces parece que la cosa fue una pequeñez —agregó después, con ironía—. Todo eso solo serviría para que yo esté atormentada durante todo el proceso, que además no es que la justicia vaya muy rápido que digamos, ¿entendés? Incluso podría estar años con esa causa, sin garantía de poder lograr algo. Más bien todo lo contrario —suspiró hondo, con resignación—. Lo único que quiero es olvidarme de eso. Además, me pasó por tonta. Ya la había visto la cara de pajero. Ni siquiera tuve que saludarlo con un beso en la mejilla. Un chau, hasta pronto, y listo.
    
    En eso tenía razón. Mamá sabía perfectamente lo que despertaba en los hombres. Una vez que se percató de que el tipo le miraba las tetas sin disimularlo, debió poner distancia, mostrarse seria. Pero claro, ella no podía hacer eso. Ella era simpática y amable por naturaleza. Y aunque esta vez no me lo dijo, sospechaba que le había gustado que la mirase de esa manera, no porque se sintiera atraída por él, sino porque su vanidad era insaciable.
    
    —Y esto, ¿te pasó muchas veces en la vida? —pregunté después, rogando que tuviera más historias que contarme. Además, en su desahogo, había sido muy explícita, y había dado muchos detalles que no eran necesarios para que yo entendiera de lo que estaba hablando. Así que esperaba que continuara relatándome la historia ...
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