1. Los 7 pecados capitales: 5. Ira


    Fecha: 14/09/2024, Categorías: Incesto Autor: privado, Fuente: SexoSinTabues30

    ... ardiente, radiante. Me sentía deseado. Y Víctor reía y me miraba y en un momento hasta me hizo un cariño en la cabeza revolviéndome el pelo.
    
    Ya avanzada la noche, nadie parecía querer terminar con la diversión, pero yo, niño al fin, me sentía muy cansado y decidí ir a la cama en la esperanza de que Víctor no demorara en hacer lo mismo. No fue así. Me quedé dormido y él no apareció.
    
    En la madrugada me desperté cuando mi hermano entró en mi pieza. Al verme despierto se sentó en mi cama, me acarició la cara y me dijo que Víctor se iba a acostar en su cama porque estaba ebrio y no podía conducir. Entendí que yo tendría que compartir mi cama con mi hermano, aunque no lo dijo. Traté de no demostrar ninguna reacción, pero mi hermano, con su mano tomando mi mentón me miraba fijamente como tratando de descubrir algo en mis ojos y luego acercando su cara a la mía me dio un beso en los labios. Un beso suave, fraterno, un beso cálido e inocente. En ese momento entró Víctor, un poco tambaleante, con una sonrisa en su cara. Mi hermano le dijo que se acostara y que no se preocupara por nada, que allí estaría tranquilo. Luego me miró a mí y nos dejó.
    
    Víctor se sentó en la cama frente a la mía y comenzó a desnudarse. Se sacó decididamente la camisa dejando a la vista la mancha oscura de sus vellos que cubrían sus pectorales y avanzaban hacia el cuello. En el torso, los vellos disminuían a los costados formando al centro una línea oscura que bajaba hasta su ombligo y luego engrosaban nuevamente antes de esconderse en la pretina del pantalón que ya se deslizaba hacia abajo. Sus piernas musculosas, también oscurecidas por la abundante vellosidad, evidenciaban a un hombre acostumbrado al deporte. Mi mirada embelesada no había dejado la visión de tan magnífico espécimen de macho en ningún instante. Ni siquiera levanté la vista cuando Víctor me dijo:
    
    —Nunca has visto a un hombre desnudo, ¿verdad? —Su pregunta no obtuvo respuesta. Todo mi ser estaba absorto en la lasciva visión de su entrepierna que abultaba su slip blanco en forma impúdica. Sus testículos enormes delineaban el centro de su interior de algodón y lo que debía ser su miembro se extendía, grueso, hacia el costado derecho. Solo su mano adentrándose en sus interiores para acomodarse la verga que comenzaba a crecer me sacó de mi ensoñación y levantando la vista me encontré con sus ojos taladrando los míos con curiosidad y con un gesto adusto que no supe interpretar. Rápidamente levantó las sábanas y se cobijó en ellas rompiendo el hechizo que su imagen había provocado en mi deseo adolescente. Yo también me acomodé en mi cama y me quedé fijo mirando el techo con la cara caliente y la respiración agitada.
    
    Esperé, mucho rato esperé. Cerré los ojos soñando que él de pronto levantaba mis sábanas y entraba en mi cama y se acostaba junto a mí, abrazándome, uniendo su cuerpo con el mío. Besándome virilmente, con un deseo y una pasión equivalentes a mi propia calentura. ¡Oh, dios!, ¿qué no hubiera dado ...
«12...456...22»