1. Los 7 pecados capitales: 5. Ira


    Fecha: 14/09/2024, Categorías: Incesto Autor: privado, Fuente: SexoSinTabues30

    ... que podamos estar los tres juntos, ¿te gustaría estar con ambos? —agregó.
    
    Yo no supe qué decir, miré a mi hermano y este sonreía:
    
    —Hay muchas cosas que tienes que saber, Vancito, muchas.
    
    En eso mi cuñado se separó de mí y abrazando a mi hermano le dijo algo al oído y se besaron. Mi pene rígido dio un salto al ver ese beso de amantes, un beso de lengua, lujurioso. Luego mi cuñado se fue y Gino aseguró la puerta y vino hacia mí.
    
    Mi cuerpo flaco vibró de nervios cuando mi hermano me tomó de las manos y me hizo pararme a un costado de la cama. Yo solo tenía puesto mi slip, por lo que su abrazo me hizo estremecer al tocar su piel desnuda. La calidez de su pecho tocando el mío, la suavidad de sus vellos en contacto con mi pecho lampiño. Sus labios encontrando los míos, su faz con su barba crecida, su aroma, su aliento. Todo ello me tenía en una tensión tremenda. Tuve que sacar un poco mi pene por sobre el elástico del slip y dejarlo pegado a mi barriga por la fuerza de la erección. Allí quedó atrapado entre mi cuerpo y el de mi hermano. Me besó virilmente, su lengua atrapó la mía y se introdujo en mi boca, succionando, explorando, enseñando. Mi hermano, mi maestro, mi adoración.
    
    Me tomó en brazos, como si fuera un novio de novela y me depositó en su cama. Aquella que Víctor solía ocupar. Luego, se acostó a mi lado y tomándome en sus brazos continuó con sus caricias ardientes, con sus besos urgentes. Sus piernas aprisionaban las mías y con una mano sujetaba mi espalda apretándome contra él.
    
    “¡Oh, dios!” —pensé—, ¡qué sensaciones tan maravillosas!
    
    Gino se las arregló para sacarme el slip y luego se paró un momento al lado de la cama para quedar desnudo frente a mí. Entendí que era para que lo viera; para darme esa visión como un regalo; para mostrarme aquello que habría de comerme en un rato más.
    
    Yo en mi estado de máxima calentura me acerqué a la orilla y extendí mi mano aprisionando en ella la barra de carne. Gino la acercó a mi rostro y humectó mis labios con ella. Majestuosa verga la de mi hermano. Un trozo de carne grueso y moreno que despedía un olorcito a jabón que no alcanzaba a disimular su verdadero aroma. Intoxicante. Cerré los ojos y me acerqué la verga a la nariz. Aspiré profundamente y así, sin ver, me adueñé de esa energía vital que despedía la verga de mi hermano. La besé con delicadeza, mojé mis labios con sus jugos, tímidamente toqué el hoyito de la cabeza del pico con la punta de la lengua y un gusto agridulce se extendió por mis papilas. Lo repetí una vez más, chupé la puntita esta vez, y luego otra vez, ruidosamente. Luego me la comí entera. O lo que me cabía en la boca. La apresé entre mis labios y acaricié su tronco con mi lengua en una suerte de rito a ciegas en que rendía pleitesía a la verga que me haría suyo en unos minutos.
    
    Mi hermano me dejó hacer. No quiso interrumpirme, sabedor de la naturaleza de mis actos, del profundo acto de pertenencia que supone el tragarse la verga fraterna. Gino, hombre ...
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