1. La película


    Fecha: 11/09/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... centímetro con devoción como si pretendiera memorizar para siempre aquel itinerario, sabiendo que era la primera vez y que quizás fuera la última. Sus manos llegaron hasta su cuello, lo besó, con suavidad, y se deslizaron hasta sus hombros, donde se encontraron con los tirantes de su vestido blanco, que cayeron por sus brazos cuando él los arrastró levemente con sus dedos. Ella permanecía inmóvil, a su merced, con la mirada clavada en sus ojos y el deseo golpeando su piel, notando cómo el vestido se deslizaba hasta acabar en el suelo, rodeando sus altos tacones blancos. Por fin su cuerpo se presentaba ante sus ojos, y se tomó todo el tiempo que quiso en observar plenamente el cuerpo que tantas veces había querido intuir y que, aquella noche, tantas veces había intentado imaginar. Con delicadeza, sus manos comenzaron a subir por sus nalgas desnudas, pues su única ropa interior era un fino tanga blanco que hubiera jurado que se había puesto durante su cambio de calzado, aunque en ese momento ya no importaba. Pudo sentir su culo redondo, prieto, pudo recrearse en él. En ese momento, ella quiso darse la vuelta, pues no podía contener más su deseo de besarle, abrazarle, tocarle, arañarle, se estaba desbocando, quería acabar de una vez con aquel equilibrio de fuerzas. Él no la dejó. Sujetándola fuerte por la cintura cuando notó su intento de movimiento, la mantuvo frente al espejo.
    
    No dejes de mirarme - Fue su única frase para permanecer en aquella situación.
    
    Sus manos continuaban subiendo lentamente por su espalda, que se arqueó al sentir el roce de sus dedos. Llegaron hasta el broche de su ropa interior, abriéndolo con un movimiento hábil y dejando ante su mirada hambrienta, sus pechos pequeños pero turgentes, con los pezones duros por la excitación, que fueron el objetivo de sus dedos, rozándolos con sus yemas, apretándolos, jugando con ellos. Ella respiraba agitada, movía su cuerpo, gozaba con sus dedos. Una de sus manos acudió al encuentro de su boca, rozando sus labios, jugando con su lengua para impregnarse con su humedad y volver de nuevo a sus pezones, humedeciéndolos con sus propio sabor. Su espalda se arqueaba, su culo prieto buscaba instintivamente el bulto que él ya no tenía ningún interés en disimular, apretándolo entre sus nalgas, notándolo, sintiéndolo. Tras unos instantes saciándose con sus pezones, sus manos comenzaron a descender, rozando su cuerpo, acariciando su vientre para introducirse por el único hueco que quedaba entre la tela de su ropa interior y su piel. Allí estaba su sexo, depilado, húmedo, palpitante. Recibió sus dedos apretando las piernas en un intento por alargar el golpe de placer que había tenido con su contacto y que había recorrido todo su cuerpo erizando cada poro de su piel. Una mano jugaba con sus labios más húmedos, la otra alternaba sus pezones y su boca, y ella, no dejaba de mirarle a través del espejo en los momentos que conseguía mantener los ojos abiertos, pues comenzaron a cerrarse de placer en ...
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