1. Amor de madre


    Fecha: 11/09/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... meses se durmió entre lágrimas. Sentía miedo y rabia, rencor y una gran humillación. Pero sobre todo culpa, pues lo peor del acoso y las humillaciones es que hacen que quien las padece se culpe a sí mismo por no ser capaz de ponerles fin.
    
    David se sentía atrapado entre el puño de Ramón y los muros del instituto. Hubo días en los que, escondido entre los arbustos, deseó morir y desaparecer para siempre. No encontraba sentido ni explicación a toda aquella mierda. Conocer y sufrir el mal absoluto antes que los demás no servía para nada, o eso pensaba él antes de conocer a Tere y a la cuadrilla de Alberto..
    
    Una vez terminado el curso, cuando llevaba ya un tiempo sin ver a sus amigos, David conoció a aquella magrebí en un bar del barrio de sus primos. Con las aulas cerradas había más posibilidades de esconderse de sus amigos, que ahora formaban la cuadrilla de Ramón, aunque en una ciudad tan pequeña tampoco es que fueran demasiadas. No, no era fácil desaparecer de la circulación, que era lo que él necesitaba aquel verano.
    
    David tenía que evitar cruzarse con ellos en el barrio, tenía que dejar de visitar los lugares de siempre que Ramón y los demás solían frecuentar, tenía incluso que rechazar con evasivas las visitas y llamadas de Matías, que seguía invitándole a acompañarles para aliviar su mala conciencia, o para engañarle y tener la posibilidad de volver a reírse de él.
    
    Mery imaginó que el ferry que traía de vuelta a su esposo ya habría atracado. Volvió a preguntarse por qué Alfonso prefería navegar durante ocho largas horas en ese barco incómodo en lugar de tomar el vuelo de sólo sesenta euros desde Palma. Sin embargo, cuando vio la aguja extrafina llena de toxina botulínica a punto de penetrarle en la comisura del labio superior, se olvidó de su esposo. Abrió los ojos de par en par, observando cómo la cirujana plástica extraía lentamente el émbolo de la jeringuilla, haciendo bajar la mezcla de suero y bótox que contenía el barril traslúcido, cargando las dos docenas de pinchazos que moldearían su sonrisa y harían desvanecerse todas sus malditas arrugas.
    
    Cuca, que así se llamaba la cirujana, extrajo la aguja del frasco y la dirigió a los labios de Mery. Aunque no sintió dolor, palideció. Mareada y para no volver a mirar la aguja, observó la consulta aséptica en la que se encontraba. Cajones metálicos, cajas con frascos, un contenedor para desechar agujas y un gran recipiente con alcohol y de nuevo, la aguja en su piel. Mery sintió un sudor frío en las palmas de las manos. Las separó y se agarró a la camilla en la que yacía semitumbada. Sin pretenderlo, y mientras sentía el frío metal en sus manos, recordó la fobia que de niña le provocaban las agujas. Recordó una noche, con apenas siete años escondida con Marina bajo la cama de la abuela porque ese día la enfermera iría al colegio a vacunar a todas las niñas de su clase. Su padre las encontró media hora más tarde y, tras una buena reprimenda, las hizo subir al coche. Entonces chilló ...
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