Amor de madre - Relatos Eróticos

Amor de madre

PRÓLOGO

Un año antes:

Mery miró a su amiga como si fuera de Marte, y ésta le tocó los dos sacos vacíos que tenía como tetas.

— ¿Cuánto falta para que Alfonso vuelva de Alemania? —preguntó Cuca.

Mery se quedó un poco descolocada, ya que en realidad su marido estaba de regreso de Suiza. Era lo peor de tener el dinero allí, que la única forma indetectable de mover sus fondos era estando en el propio país. Por ello, cada cierto tiempo, Alfonso tenía que coger un vuelo a Stuttgard para luego viajar por carretera al paraíso fiscal donde tenían depositados la mayor parte de sus ahorros.

— Alfonso vuelve en dos semanas.

— Pues dale una sorpresa cuando llegue.

Mery se dejó convencer y se implantó la sorpresa. Trescientos gramos de silicona en cada pecho. Dejó que un cirujano plástico le hiciera una incisión en las areolas de cada pezón para introducir esa masa transparente que haría que gustase más a los hombres. Fue más duro de lo que había pensado. Nadie le habló del postoperatorio. De los senos tan hinchados que le llegaban hasta la barbilla. Del dolor de la sutura en la areola. Pasó aquellas dos semanas aullando en soledad, haciéndose las curas diarias con clorhexidina en el pezón y tomando dos ibuprofenos al día.

Eso sí, a las dos semanas los sacos vacíos se habían convertido en dos firmes pelotas que sobresalían de su pequeño cuerpo.

A finales de septiembre, Mery fue a buscar a Alfonso al aeropuerto. Esa misma mañana se había hecho un tratamiento con ácido hialurónico y la habían maquillado para la ocasión. Llevaba un vestido nuevo con un escote pronunciado. De hecho había tenido que renovar gran parte de su vestuario tras la operación. Mery se miró al espejo antes de salir hacia el aeropuerto y se sintió satisfecha. David y Anita la acompañaban. Alfonso salió por la puerta de embarque y le dio un beso fugaz en la boca… “¿Qué tal, querida?”. No se dio cuenta de nada.

Cenaron los cuatro y mientras ella acostaba a los niños, Alfonso fue al salón y se tumbó en el sofá de piel, cogió el mando y zapeó. Mery se quedó en el piso de arriba, preparándose en el dormitorio para hacer el amor a su marido. Se puso un camisón de seda verde con tirantes finos que se había comprado en una tienda exquisita del centro de Valencia. Se miró al espejo de nuevo, y sonrió viéndose bonita.

Abrió la puerta del dormitorio y lo llamó. Alfonso le contestó con pereza.

—Sube, por favor —insistió ella.

Alfonso subió a desgana y entró en el dormitorio. Mery le esperaba sentada en el borde de la cama, ligeramente reclinada hacia atrás. Un tirante fino del camisón resbaló por su hombro. Sonrió, casi avergonzada. Se sentía como si se desnudase por primera vez delante de él.

Alfonso se quedó en la puerta. Sorprendido.

Mery se incorporó y se acercó a él contoneándose. Se bajó el otro tirante del camisón y le enseñó los pechos.

— ¿Te gustan? —le preguntó traviesa.

Su esposo miró aquellos senos voluptuosos.

— Mery, ¿pero qué te has ...