Amor de madre - Relatos Eróticos

Amor de madre

... instigador de la violencia, pero no estaba solo. A excepción de Matías, que a veces trataba de frenar a Ramón, sus amigos se transformaron en una auténtica jauría que le buscaba en el parque de al lado del instituto y le perseguía por las calles.

Aquel acoso tenía trazas de enquistarse y traumatizar a un chico que, en el mejor de los casos, tardaría años en poder olvidarlo. Una vez Ramón le tiró a una fuente que había en medio del parque. Un sábado en que había dicho a sus padres que iba a dormir en casa de Ramón y que pasaron casi todos en el cobertizo, sus amigos le quitaron la ropa y lo dejaron allí desnudo. Durante horas trató de contener las lágrimas y aguardar a que regresaran y le devolvieran su ropa. En otra ocasión, hacia el final de curso, cuando David ya no hacía más que huir de Ramón y los demás, sufrió una agresión durante la que llegó a pensar que iban a matarlo. Ramón organizó una encerrona el los baños del patio del instituto y, durante un rato que debió durar unos interminables segundos, le metió la cabeza en el váter donde acababa de orinar, mientras los demás lo jaleaban a sus espaldas, y menos mal que tuvieron la previsión de quitarle las gafas para no rompérselas.

David pensó en denunciar lo que pasaba en múltiples ocasiones, pero a quién iba a hacerlo. Su padre nunca disponía de tiempo para nada, además de que, con el carisma que tenía, seguro que se habría burlado de lo pusilánime que era su hijo. En cuanto a su madre, ésta vivía pendiente de sí misma y de la opinión de los demás. En resumen, según sus padres, las cosas del colegio debía solucionarlas el colegio, que para algo les estaba costando una fortuna. Entonces, quién podría socorrer a David, ¿los profesores? Por aquel entonces no existía ningún protocolo de actuación contra el acoso escolar. Esa violencia era poco menos que algo normal, algo que cada cual debía soportar, enfrentar, o tratar de escapar. Por supuesto nunca había pruebas ni testigos de los abusos. Denunciar a Ramón le hubiera convertido en un chivato y en un cobarde, que era la mejor manera de empeorar las cosas.

Por si fuera poco, en los últimos tiempos su relación con sus padres se había enfriado lo suficiente como para que David no sintiese la suficiente confianza como para contárselo. ¿Y qué les iba decir? ¿Cómo le iba a contar a su padre que se había convertido en un pelele, en un hazmerreír? Su padre era un hombre de carácter que se había abierto paso en la vida desde la nada, un triunfador que había logrado llegar a ser gerente de uno de los principales concesionarios de la ciudad. Si David hubiese contado en su casa lo que estaba pasando, aparte de ponerse en evidencia, habría cargado sobre los hombros de sus padres sus problemas escolares. A pesar de lo cual, en más de una ocasión estuvo a punto de decírselo, pero al final siempre se echaba atrás decidido a aguantar hasta el final de curso.

El caso fue que ir al instituto cada día se convirtió en un calvario para David. Durante ...