1. Amor de madre


    Fecha: 11/09/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... moneda.
    
    Él se quedó mirándola sin abrir la boca.
    
    — ¿Qué pasa gafitas? —preguntó el mulato— ¿Ahora que te toca pagar no quieres jugar?
    
    David continuó callado.
    
    — ¡David! —insistió entonces con impaciencia.
    
    — No me queda dinero —confesó.
    
    Alberto torció la cabeza con incredulidad.
    
    — ¡Cómo que no te queda dinero!
    
    El muchacho asintió, avergonzado.
    
    — ¿Cuánto tenías?
    
    David dijo la verdad.
    
    — Joder, prima —rio el quinqui— Con eso tú no tienes ni para condones.
    
    Tere no sólo no se rio, sino que le mostró el dedo corazón a sólo unos centímetros de la cara. Tras lo cual dirigió a David una mirada imposible, cóctel de humillación y orgullo.
    
    — Ven, gafitas —dijo la chica— Te invito a una caña.
    
    David se quedó observando al mulato como pidiéndole permiso, pero Tere no tardó en hacer que se arrepintiera.
    
    — ¡Qué vengas, coño!
    
    Mientras la camarera les servía, la fascinante y resuelta magrebí empezó a hablar con David o, mejor dicho, empezó a interrogarle. Le preguntó cuántos años tenía, dónde vivía, si iba al instituto… David respondió sin extenderse a cada una de sus preguntas, y le dijo el nombre de su instituto, que era uno de los pocos centros privados de la ciudad. Entonces ella quiso saber que tal le iba, a lo que David tardó en responder, pues estaba distraído con el lunar que adornaba el centro de su escote. David confesó que sacaba buenas notas y Tere se le quedó mirando como si fuera un idiota. Entonces, de repente, le preguntó si alguna vez había cometido un delito. Aquello extrañó al chico, pero también contestó que sí, pero ella reaccionó con una mueca de escepticismo. Tras unos segundos en silencio, la muchacha le preguntó si iba muy a menudo por allí y, cuando él respondió que sí, Tere expresó su pésima opinión sobre aquel local y su dueño con un prolijo repertorio de insultos.
    
    — Deberías venir al otro lado del río.
    
    — ¿A dónde? —preguntó, David.
    
    — Conoces un sitio que se llama La fuente.
    
    — Sí —mintió el chico. A él jamás se le ocurriría pisar por aquel barrio.
    
    Entonces les abordó un tipo rubio repeinado vestido con un polo Springfield. Aquel pijo con cara de no haber dormido durante el último mes saludó a Tere con inusitado entusiasmo, pero enseguida Alberto y él se pusieron a cuchichear hasta que, finalmente, parecieron alcanzar un acuerdo e hicieron un fugaz intercambio.
    
    Tere, sin embargo, se quedó mirando a David al tiempo que se atusaba un mechón de pelo. Éste volvió a fijarse en sus ojos, en su boca, en aquel otro lunar junto a su nariz, y concluyó que era la chica más guapa que había visto en su vida.
    
    — ¿Vendrás? —inquirió la magrebí cuando los otros dos ya salían del local.
    
    — ¿A dónde?
    
    — Al bar, a La Fuente —aclaró ella, un tanto crispada.
    
    — No lo sé —respondió David, a quien le habían advertido mil veces que no pisara por el Ensanche, y luego añadió— A lo mejor sí.
    
    Tere, sin dejar de atusarse el pelo, sonrió convencida de que iría. Luego soltó aquel mechón y señaló ...