1. Amor de madre


    Fecha: 11/09/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... seguro, como lo es el lugar donde acaba de hacer explosión un proyectil durante un bombardeo.
    
    La tarde que conoció a Alberto, David llegó al bar poco después de que lo hicieran sus primos y el resto. Todavía no habían empezado las partidas al futbolín, y todos estaban sentados tomando café, salvo Ángel, que se había pedido su clásico 7Up al que luego añadía la ginebra de una petaca que llevaba en el bolsillo. Poco después irrumpió una pareja en el local. Eran un chico y una chica, mulatos, y aparentaban más de quince ella y menos de dieciocho él.
    
    La primera impresión que David tuvo al verlos fue que un vago parecido y un gran compañerismo les unía, pero sobre todo concluyó que eran dos charnegos de extrarradio hijos de emigrantes africanos. También don Tomás, el dueño, olfateó la amenaza en cuanto cruzaron la puerta.
    
    — ¡Eh, vosotros! —los llamó apoyándose en la barra— ¿A dónde vais?
    
    Los dos se pararon en seco.
    
    — ¿Qué pasa, jefe? —preguntó el chico, levantando las manos como si se ofreciera a que le cachearan.
    
    No sonreía, pero daba la impresión de que la situación le resultaba divertida.
    
    — Sólo queremos tomar un café… si podemos.
    
    El señor Tomás entrecerró los ojos, los examinó de arriba a abajo con una mirada suspicaz, y al terminar su inspección ocular asintió con la cabeza, aunque después añadió:
    
    — El que me de problemas se va a la calle, ¿está claro?
    
    — Clarísimo. Por nosotros no tiene de que preocuparse —dijo el chico haciendo un gesto conciliador y bajando las manos— Sin azúcar, por favor.
    
    — ¡El mío con azúcar! —prorrumpió la chica con dicisión.
    
    El dueño del bar pareció darse por satisfecho sólo a medias, pero se volvió y se puso a preparar los cafés mientras la pareja se adentraba en el bar con aire triunfal.
    
    David no fue el único en preguntarse si aquella hermosa pantera era la chica del mulato. El caso fue que, al igual que a don Tomás, nada más ver a aquel quinqui le invadió una sensación de incertidumbre, de amenaza, de que a partir de aquel momento cualquier cosa podría ocurrir en el bar. De forma involuntaria se acordó de Ramón, y su primer impulso fue levantarse y salir de allí.
    
    Sin embargo, se olvidó de la pareja en cuanto escuchó que su primo Fernando le llamaba para que se colocase a su lado en el futbolín. A su primo, en cambio, no le sirvió de mucho, ya que al cabo de un momento recibió un empujón que le hizo trastabillar.
    
    — Me toca —sentenció el mulato, desplazando al muchacho con facilidad de los mandos del futbolín.
    
    — ¿Qué pasa, gafitas? —saludó a David la chica que, imitando a su compañero, había echado a uno de los chicos del otro lado colocándose frente a él.
    
    — ¡Qué os vamos a dar una paliza! —se adelantó el quinqui a responder.
    
    El tipo le miraba con unos ojos muy verdes, y tenía una voz tan ronca que resultaba extraña en alguien de su edad. Llevaba el pelo muy corto y vestía una ajustada camiseta blanca que marcaba a la perfección su poderosa musculatura.
    
    — ¡Atento, ...
«12...151617...»