1. Amor de madre


    Fecha: 11/09/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... vez vencida por el deseo, Mery dejó de ser una lady petulante para convertirse en una verdadera guarra. Tal fue así que el muchacho pronto quedó impresionado por la voracidad de esa mujer. Al ver como la señora Earhart intentaba tragarse toda su verga, Alberto comprendió que estaba ante una auténtica MILF, una mamá capaz de confundir y dominar a cualquier hombre por muy macho que fuera.
    
    Tras el atracón inicial, aquella alocada mujer dejó de cabecear con furor y pasó a centrarse en el glande. Mientras Mery mamaba con virtuosismo, el mulato aprovechó para tirar de un cabo del lazo que sujetaba la parte superior de su vestido. Al estar reclinada, la tela cedió de inmediato ante la fuerza de gravedad de los senos de la elegante señora.
    
    — No te olvides de los huevos, preciosa —le recordó el muchacho al tiempo que sopesaba uno de sus pechos.
    
    Sabedora de su fragilidad, la mujer besó y lamió con mimo los testículos de Alberto. Los dejó relucientes, primero uno y luego el otro, que ya era mayorcita como para conformarse con uno nada más. Mery sonrió con la barbilla recubierta de babas, los huevos del mulato le recordaban a dos pedazos de carbón.
    
    Alberto jugaba delicadamente con sus pezones, apretándolos sólo un poquito, justo como a ella le gustaba. Como si eso no fuera suficiente para ofuscarla, el mulato acarició con fruición el formidable trasero de Mery con la mano que tenía libre. Puede que se hubiera operado las tetas, retocado las arrugas o reducido el abdomen, sin embargo lo que a él le fascinaba de aquella estilizada ricachona era la rotundidad de su trasero. El mulato tuvo que morderse el labio superior para refrenar sus libidinosas divagaciones sobre la predisposición de la señora Earhart en cuanto a dejarse follar por el culo. Por lo que a él concernía, lo tenía claro, no le interesaban las remilgadas, ni aguantaba a las intransigentes. No hacer resonar un pandero como aquel de vez en cuando sería imperdonable.
    
    A continuación, Alberto se internó bajo la falda de su vestido, explorando sin miedo entre sus muslos. Mery se sentía tan agradecida y cachonda que cuando el chico le pidió educadamente que le sujetara la polla con la mano en la que llevaba su alianza de matrimonio, no tuvo ningún reparo en hacerlo, aunque ella prefería menearle la polla con ambas manos a la vez. Era alucinante lo bien que el chico utilizaba los dedos.
    
    Mamar el miembro viril la turbaba más de lo que estaría dispuesta a admitir. Aquella verga era mucho más afrodisíaca que las ostras que su esposo se empeñaba en pedir cada vez que salían a cenar por ahí. Enfervorecida al acordarse de su esposo, Mery terminó de subirse la falda y tomó la mano del chico para enseñarle como debía masturbarla, con brío y sin melindres. Estaba chorreando, los dedos del muchacho se le escurrían entre los pliegues de su sexo en su fútil intento por llevar la iniciativa en aquel juego. Su clítoris, en cambio, estaba muy duro y sensible. A poco que Alberto aguantase sin eyacular, ...
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