1. Amor de madre


    Fecha: 11/09/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... importado resolver aquel desacuerdo a puñetazos, pero no estaba dispuesto a que le pegaran un tiro.
    
    — Gregorio, baje ahora mismo del coche —ordenó la inglesa de repente.
    
    — Pero…
    
    A pesar del desconcierto del guardaespaldas, no hizo falta que la señora Castillo repitiese la orden que le había dado pues, tras un resoplido, el gorila se desabrochó el cinturón y salió refunfuñando del vehículo.
    
    — Ve a lo que me refiero —declaró entonces el mulato— Usted asusta a los demás y les hace sentirse débiles. Eso es justo lo que le pasa a su hijo.
    
    — Pues no veo que yo te intimide.
    
    — No, a mí no me asusta —confirmó el mulato— A mí me la pone durísima.
    
    Y diciendo esto, Alberto guió la mano de Mery hacia el abultamiento de su entrepierna.
    
    Por un momento, la señora Castillo se arrepintió de haber ordenado a Gregorio que bajara del coche. Mery había desechado que el muchacho fuera peligroso para ella, pero a tenor del tamaño de lo que tenía allí abajo, ya no estaba tan segura.
    
    — ¡Por amor de Dios! ¡Pero qué…!
    
    — Es mi polla, tranquila.
    
    — ¿Tranquila? —rezongó Mery haciendo un aspaviento de indignación— Tengo cuarenta y siete años, niñato. He visto más de esas de las que tú te crees.
    
    — Ya me imagino, ya… —se burló Alberto— Con esos morritos seguro que la mama de muerte.
    
    Y, dicho esto, el muchacho la soltó y empezó a desabotonarse los pantalones.
    
    — Venga, demuéstreme lo que está dispuesta a hacer por su hijo.
    
    — ¡No pienso hacer eso!
    
    — Pues de eso se trata, Mery. Aunque no te apetezca, que lo dudo, vas a hacer que me corra en tu boca —explicó Alberto— Has de sentir lo que siente tu hijo para ser capaz de ayudarle.
    
    Mery se estremeció por la contundencia con que las palabras del mulato hirieron su orgullo, haciéndola sentir que no era una buena madre y, sin pensarlo dos veces, hizo que el mulato apartase las manos, le abrió la bragueta y extrajo su falo fuera del pantalón. Turbada, se quedó atónita ante el tamaño y porte de aquella cosa.
    
    Hacía mucho que ningún hombre la había hecho sentirse así y, de cuando en cuando, todavía se masturbaba recordando como la empotraba aquel profesor. Rememoraba como la reclinaba sobre la mesa de su despacho o sobre el capó de su coche, a su atractivo profesor de matemáticas le fascinaba montarla como a una yegua. Al menos aquel aprovechado siempre tuvo el decoro de no acabar antes que ella.
    
    Aquel loco romance había sucedido casi treinta años atrás, y es que desde muchacha a Mery siempre le habían llamado la atención los hombres maduros, y no los muchachos imberbes como aquel mulato. Aún así, tras liberar de su encierro la impresionante verga de Alberto, a la madura no le importó hacer una excepción. Haciendo honor a las habladurías populares más burdas sobre negros y mulatos, el chico estaba pero que muy bien dotado. Sólo faltaba que, además de grande, aquella vergota tuviera la templanza suficiente como para saciar a una mujer hecha y derecha.
    
    Como buena británica que era, una ...
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