1. Amor de madre


    Fecha: 11/09/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... molestado más: si que aquel niñato le hubiera llamado “señora”, o eso de que ella no podía ayudar a David. En cualquier caso, la mujer se dio cuenta de que los prejuicios le habían jugado una mala pasada. Aquel fibroso mulato no era el bruto sin cerebro que ella se había imaginado, sino alguien realmente culto y espabilado. De hecho, algo en su forma de expresarse le decía que, aquel maleante, era un muchacho inteligente a quien el bajo nivel de exigencia de la enseñanza pública le servía para no repetir aun sin dar palo al agua. En suma, un despilfarro de talento.
    
    De pronto, Mery se sorprendió al sentirse atraída por ese carismático muchacho. Si por fuera el chico no tenía desperdicio, su don de palabra, su descaro y su perspicacia le hacían realmente interesante.
    
    — Tienes que ayudarme. Te pagaré bien.
    
    Alberto se sorprendió cuando aquella mamá despampanante con acento inglés y piernas kilométricas le puso la mano en la rodilla. Seguramente lo había hecho sin pensar, igual que él había reaccionado de manera instintiva tomándola de la muñeca para impedirle apartarla.
    
    — No es sólo cuestión de dinero.
    
    El mulato sonrió con malicia.
    
    A pesar de haber pasado de los cuarenta, la inglesa era muy consciente de las pasiones que despertaba en los hombres que la rodeaban y, aunque habitualmente se comportase con una elegante indiferencia y discreción, Alberto acababa de apreciar la turbación en sus ojos. La MILF estaba excitada a causa de su insinuación.
    
    El mulato se fijó entonces en la agitada forma de respirar de Mery, subiendo y bajando su busto de modo ostensible, y notó su miembro viril desperezarse bajo el pantalón. Sonrió con descaro, esa tarde, como tantas otras había optado por no usar el incómodo calzoncillo, de forma que su erección no tardaría en apreciarse.
    
    — Por ayudar a su hijo me conformaría con una Ducati 800 de segunda mano —manifestó a sabiendas de que hablar de dinero con una mujer de su condición resultaba algo banal— Pero lo importante es saber si está usted dispuesta a cambiar de actitud, o no.
    
    Si bien Mery se tensó cuando Alberto la agarró de la muñeca, al oír que éste estaba dispuesto a ayudarla intentó controlarse y no darle la bofetada que merecía. Lamentablemente, justo en ese instante, Gregorio se dio cuenta de que la señora Castillo estaba en apuros y detuvo el coche. El chófer metió rápidamente la mano bajo la chaqueta con intención de desenfundar la P200 que portaba en el costado izquierdo. Sin embargo, Alberto fue mucho más rápido y, en un abrir y cerrar de ojos, colocó el filo de su puñal de abanico en el cuello del fornido guardaespaldas.
    
    — ¡No! —chilló Mery, con espanto— ¡Quietos!
    
    Gregorio miró con furia a Alberto a través del espejo retrovisor, pero éste no se dejó intimidar. Con todo, esa vez el mulato no se atrevió a sonreír y aumente todavía más la ira del gorila, se limitó a vigilarlo sin pestañear al tiempo que apretaba la hoja de acero contra su garganta. Al muchacho no le hubiese ...
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