Hago que mi cuñado me folle por error - Relatos Eróticos

Hago que mi cuñado me folle por error

... de segundos más dentro.

—Quiero que estés toda llena de mí…

Se me habían saltado las lágrimas, estaba en éxtasis, cuando entonces escuché el motor de un coche a lo lejos y la puerta del garaje abriéndose.

Abrí los ojos de par en par.

Jorge caminó hacia la ventana.

—Mierda, mierda, mierda… Son tus padres.

Tropezó de vuelta a la cama. Escuché como recogía el cinturón del suelo.

—Vístete —mandó, y antes de cerrar la puerta añadió—: Yo los entretengo.

Me destapé cuando escuché los pasos alejarse por el pasillo.

Mi piel estaba perlada en sudor.

Si mi hermana entrase a su habitación ahora mismo notaría el claro cambio de ambiente.

Abrí su ventana para airear la habitación, hice la cama y borré los últimos mensajes antes de salir corriendo a mi habitación.

Usé el baño y me puse un short antes de dirigirme a las escaleras.

Mi hermana había entrado la última a la casa, pero no me miró. Su vista se fue al comedor.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella.

Nadie respondió. Sus ojos se volvieron cristalinos y dió grandes zancadas hasta que desapareció de mi vista y la escuché romper en llanto.

—Te he echado de menos. Lo siento por haber sido tan dura contigo —gimoteó.

Terminé de bajar los escalones y entonces la vi en brazos de mi cuñado, cuyo rostro era indescriptible, por lo menos para mi familia.

Yo sabía muy bien que pasaba por su cabeza.

La estaba abrazando a ella, pero me miraba a mí, perplejo.

Aquellas grandes manos que ahora arropaban a mi hermana, hace cinco minutos estaban apretando y azotando mi culo.

—¡Mira cielo! Ya se han reconciliado este par —Mi madre asomó por detrás.

Parecía ilusionada. Pero la verdad es que ya había encargado las máquinas deportivas que iba a instalar en la habitación de mi hermana cuando se mudara con Jorge.

—Que bien —sonreí, y bajé el último escalón.

Sentí el semen salir de mi vagina y me acomodé el short. Jorge siguió mi mano con su mirada. Aún cuando mi hermana se puso de puntillas para besarlo no podía apartar su mirada de mi.

—¿Te quedas esta noche a cenar? Hemos comprado pizzas —le dijo mi hermana con una sonrisa, y él finalmente la miró.

—Claro —sonrió, pero se asemejó más a una mueca.

Se metieron en la cocina, y entonces aproveché para irme a mi cuarto y ducharme.

No pude evitar jugar un poco con el chorro imaginando cómo serían las cosas a partir de ahora…

¡Gracias por leer!

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