Las mujeres de mi familia (V) - Relatos Eróticos

Las mujeres de mi familia (V)

... mientras yo embestía.

En cuanto me hice con el ritmo y tomé conciencia de que le estaba follando el culo a mi madre, noté una descarga de placer que iba desde mis huevos hasta la punta de la polla. Eyaculé en su recto y caí rendido. Seis de seis. Poco tardaron en acudir a mí los remordimientos, la imagen de Uxue, mi prima, el amor imposible que había encontrado en esa casa.

- Necesitaba el orgasmo, pero sobre todo que me abrieras los ojos.

- ¿Ya confías en los hombres?

- No, pero confío en volver a encontrar a uno de los pocos buenos que haya.

- ¿Volverás al pueblo?

- Creo que sí, porque esto no se puede volver a repetir.

- Lo entiendo. ¿Puedo hacerte una pregunta?

- Sí.

- ¿Tuviste que abandonar a algún niño más?

- No, solo me quedé embarazada las tres veces que ya sabes.

- Pero antes has dicho que te daba miedo tener un quinto hijo.

- Quizás ha llegado el momento de contarte que...

Mientras mi madre intentaba explicarme algo que parecía importante, llamaron a la puerta. Me tiró de la cama de un empujón y me escondí debajo. Cuando Emilia abrió, pude contar los pies de hasta cuatro personas. Eran el resto de mujeres. Todas menos la abuela. Salieron de la habitación y solo pude escuchar trees palabras: "¿cómo que embarazada?".

Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Si se dirigía a Uma o Uxue, yo era el culpable. Si hablaba con mi tía Idoia, también tenía muchas posibilidades, e incluso si era a Olga, había una opción. En un intento desesperado por no afrontar la situación, intenté escapar por la ventana, pero mi madre entró en el cuarto hecha una furia. Ni siquiera me dio tiempo a vestirme.

- Lárgate de esta casa ahora mismo.

- ¿Por qué?

- Ya sabes lo que has hecho. Eres igual que todos, no tienes cabida aquí.

- ¿Y qué pasa con la custodia?

- Eso me da igual, que te lleven a una casa de acogida.

- ¿Puedo recoger mis cosas?

- Tienes cinco minutos.

Era evidente que una de las chicas estaba embarazada, pero no sabía cuál ni me iban a dar la oportunidad de saberlo. Recogí mis cosas dispuesto a volver al pueblo, quizás pudiera vivir allí yo solo, sin que llegaran a enterarse las autoridades. Bajé al salón con mi bolsa, allí solo me esperaban Idoia y Uxue, con claras señales de haber llorado. Uma y la abuela observaban desde las escaleras, pero no había ni rastro de Olga ni de mi madre.

- Gracias por estos meses, las dos habéis sido buenas conmigo.

- Cuídate, chico. - Dijo mi tía.

- Uxue, no quiero meter más la pata, pero sigue en pie lo que te dije.

- Lo sé, pero no puedo. - Respondió.

- Ojalá nos volvamos a ver.

- ¡Piero! - Gritó Uxue cuando ya me alejaba.

- ¿Sí?

- Mira debajo de la alfombra. - Respondió mientras su madre intentaba taparle la boca.

- ¿Cómo?

- No le hagas caso, está muy afectada. - Intervino Idoia.

- ¡La alfombra! - Insistió.

Corrí a levantar la alfombra que había justo en el centro del salón. Una trampilla de un tamaño considerable ...