1. Los 7 pecados capitales: 6. Envidia


    Fecha: 14/08/2024, Categorías: Incesto Autor: privado, Fuente: SexoSinTabues30

    ... visitaba a su esposo en la cárcel, pero dejó de hacerlo cuando este fue trasladado a una prisión en otra ciudad. No tenía los medios para trasladarse y tampoco Eduardo creyó que fuera necesario. En esas visitas no llevaba al niño. Este tenía temor de revivir nuevamente el trauma de ver a su padre siendo apresado.
    
    Los años pasaron y Edu fue descubriendo que la figura de su madre le provocaba un intenso cosquilleo en la entrepierna al punto que tenía que tocarse. No lo podía evitar. Su madre era una mujer hermosa. Sus piernas largas y suaves que sentía junto a las suyas en las noches; sus senos firmes bajo el camisón; sus manos, sus labios, sus hombros, que observaba a veces, cuando la luna llena entraba en la habitación eran motivo de oculto deleite para él.
    
    Cuando pequeño le gustaba abrazar a su madre por la espalda y ella tomaba su mano y la sostenía en su barriga, pero dejó de hacerlo debido a que en una ocasión sufrió una erección tan grande que su pene se internó en las nalgas de su mamá. Desde esa vez que comenzó a evitar esa posición porque temía que su madre descubriera lo que le estaba ocurriendo.
    
    Edu sabía que tenía un pene grande. Lo podía comprobar en las clases de educación física con sus compañeros que le profesaban admiración o envidia, pero nunca indiferencia. Su madre también había percibido la extraordinaria dotación de su hijo, pero para ella era natural que así fuese, después de todo, a su padre la naturaleza lo equipó con notables dimensiones.
    
    Así fue pasando el tiempo. Los miedos nocturnos ya no eran cuestión en la vida de Edu, pero por algún motivo inconfesable no quería dormir en su propia cama. Nadie sabía fuera de su hogar que él aún dormía con su madre.
    
    Una noche, Susana tuvo un sueño vívido con su marido. Los años sin un hombre la tenían hambrienta del contacto físico entre un hombre y una mujer. En su sueño, Eduardo se encontraba junto a ella y la abrazaba con esa forma que tenía él de tomarla por detrás con un brazo bajo sus tetas y con la otra mano estirando sus pezones y amasando sus pechos. Susana sintió como la herramienta de su marido se frotaba en su concha mojada. Quería que la atravesara, pero el miembro solo se frotaba en la concha sin decidirse a entrar. Ella también comenzó a colaborar con sus propios movimientos tratando de que el falo al fin la embocara, pero cuando estaba a punto de lograrlo, despertó bañada en sudor.
    
    Edu no estaba en la cama, seguramente había ido al baño y Susana suspiró aliviada de que su hijo no se hubiera dado cuenta de su estado de excitación.
    
    Cuando Edu volvió a la cama ambos se quedaron de espaldas con los ojos cerrados, pero ninguno de los dos pudo conciliar el sueño de inmediato. Sus manos posadas en las sábanas se tocaron delicadamente, con la punta de los dedos y así se quedaron, en una caricia tan leve que a ratos parecía inexistente, pero un sutil movimiento, una débil presión, volvía a darle vida a la caricia que más que física era un aliciente para ...
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