1. Los 7 pecados capitales: 6. Envidia


    Fecha: 14/08/2024, Categorías: Incesto Autor: privado, Fuente: SexoSinTabues30

    ... recriminaba por haberlo permitido, por no haber sido capaz de evitar el pecado tremendo que habían cometido. No sabía qué hacer. Esa noche le preparó la cama a Edu en su habitación. Este entendió sin palabras.
    
    Pasaron varias noches en que madre e hijo se esquivaban tratando en vano de olvidar lo que había ocurrido, pero ninguno de los dos podía hacer nada para impedir que lascivas imágenes que recreaban una y otra vez la cogida incestuosa volvieran a sus mentes.
    
    Edu, en la soledad de su cuarto, no pasaba noche en que no se masturbara imaginando la escena una y mil veces revivida en su memoria, cada vez con detalles más y más escabrosos mientras su madre, muy a su pesar, recreaba las sensaciones que la verga de su hijo provocaron en su concha y en su mente y, a pesar de que sabía que terminaría con un profundo sentimiento de vergüenza y culpabilidad, anhelaba sentirlas otra vez.
    
    Una tarde, saliendo del baño envuelta en una toalla, se encontró con su hijo que vistiendo nada más que un short, la miró serio, como esperando que ella le dijera algo. Luego de unos segundos, Susana recuperó su compostura y entró a su cuarto. Edu, inquieto, no sabía qué hacer, pero luego de unos minutos, entró también al cuarto de su madre y la encontró peinándose en el boudoir, con los hombros descubiertos y las piernas desnudas.
    
    Lentamente se acercó. Susana lo vio por el espejo, pero tampoco dijo nada; se quedó estática con el cepillo a medio camino en su cabello.
    
    —Mamá… —dijo Edu.
    
    —Hijo… yo… —replicó Susana, pero Edu ya había alcanzado sus hombros que acariciaba suavemente.
    
    Poco a poco la hizo levantarse de la silla y dándole un pequeño tirón a la toalla, la hizo caer dejando a la hembra desnuda en todo su esplendor.
    
    El chico se inclinó sobre uno de sus pechos y delicadamente tomó entre sus labios el pezón oscuro y carnoso mientras con la otra mano amasaba la otra teta. El sabor de su madre lo envolvía en un placer indescriptible que repercutía en su verga.
    
    Susana se dejó llevar a la cama. Sabía que no podía ni quería oponer resistencia. Temblaba de deseos de experimentar nuevamente el ser poseída en cuerpo y alma por su hijo, el mismo que hacía tan poco se alimentaba de su pecho y se aferraba a su ser en las noches de terror que siguieron a aquella tarde fatídica.
    
    Se sentó con su hijo frente a ella y le bajó el short. Era la primera vez que ella tomaba la iniciativa, pero a esas alturas ya no podía negar lo evidente: ambos se necesitaban y ya nada podía impedir la consumación del deseo.
    
    La verga saltó de su encierro sobresaltando a Susana que todavía no se acostumbraba a las dimensiones de la pichula de su vástago. Admiró el glande rosa oscuro y brillante que sobresalía a medias del prepucio todavía no completamente retraído y alabó en silencio las dos pelotas peludas que delataban la virilidad más propia de un adulto que de un chico de 15 años. Cerró los ojos y aspiró el aroma tantas veces recordado hasta hacer que sus labios tocaran ...
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