1. Los 7 pecados capitales: 6. Envidia


    Fecha: 14/08/2024, Categorías: Incesto Autor: privado, Fuente: SexoSinTabues30

    Envidia: Tristeza o pesar del bien ajeno. Deseo de algo que no se posee.
    
    “La envidia es una especie de alabanza”
    
    John Gay
    
    1.
    
    Susana, de 33 bien conservados años, continuó cepillando su cabello frente al espejo. Cerrando los ojos, se vio a si misma frente al hermoso tocador de caoba y su cabellera brillante caer por sobre los hombros. La imagen la había visto en una de esas películas antiguas que a ella tanto le gustaban, sin embargo, su realidad hoy era muy distinta. Casada con Eduardo Martínez, traficante, ladrón y matón de barrio, preso por robo en lugar habitado y con violencia, Susana veía pasar los días entre las dificultades para sobrevivir y la crianza de su único hijo; lo que la mantenía viva.
    
    “Aún soy guapa” —pensaba—, “mis pechos aún se mantienen firmes”. —Sus manos sopesaban sus pechos turgentes.
    
    —¿Mamá? —La voz de su hijo la sacó de sus pensamientos.
    
    Edu era un niño cuando su padre entró a prisión. Hoy de 15 años, ya llevaba 7 en que no veía a su padre. En ese tiempo muchas cosas habían cambiado en casa de los Martínez.
    
    A los 8, cuando Eduardo cayó a la cárcel. Edu, como llamaban a su hijo para no confundirlo con su padre de nombre homónimo, era un chico asustadizo y frágil. Recordaba bien el día en que los policías rompieron la puerta de su casa y entraron apuntándolos con armas. Él se refugió tras su madre que lloraba y gritaba sin control. Su padre, esa vez, fue esposado y llevado a la comisaría desde donde pasaría directamente a la cárcel.
    
    En los días que siguieron, Edu no pudo volver a dormir en su cuarto. El terror de ser esposado y arrebatado del lado de su madre lo invadía por completo.
    
    Desde ese día comenzó a dormir con su mamá. Al principio no era algo que ocultara. Su madre lo protegía y lo cuidaba como toda madre hace con sus hijos. Ella había intentado muchas veces que volviera a dormir en su propia cama, pero el niño se resistía. Cuando vio que el niño consistentemente volvía a su lecho, la madre se dio por vencida y consintió en que su hijo durmiera con ella. Y así pasó el tiempo.
    
    Al principio no era un problema, también a ella le gustaba tener al niño a su lado; su cuerpo calentito junto al suyo, el aroma de su cabello, la suavidad de su piel la hacían olvidar la crueldad de la vida que tenía que enfrentar a diario. Edu era un niño precioso, pero fue creciendo y, junto con eso, su cuerpo y sus hábitos fueron también transformándose en los de un adolescente.
    
    De pronto, lo que era un acto natural derivó en un acto privado que era necesario ocultar. Así, dormir junto a su madre pasó a ser una de esas intimidades que no se cuentan.
    
    La primera vez que su mamá se dio cuenta de este cambio, fue cuando Edu tenía ya 12 años. Un día se despertó con el sutil movimiento provocado por la forma de autosatisfacción que su hijo había descubierto tiempo antes. Susana pensó en su marido en ese instante y en cómo lo necesitaba, o más bien, ¡cuánto lo necesitaba su hijo!
    
    En un principio, Susana ...
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