Las refugiadas - La venta 5 - Relatos Eróticos

Las refugiadas - La venta 5

... manos. Se sentó en la silla y cruzó las piernas. El sargento abandonó el cuarto.

—Y ahora —dijo Jadwiga al guardia—. Si ya han acabado de comprobar que no llevo nada ilegal me gustaría que me devolvieran mi pasaporte y me dejaran ir a hacer mis compras.

El guardia salió de la estancia sin decir nada. Regresó diez minutos después.

—Solo queda un pequeño formalismo y podrá recoger sus cosas —dijo el guardia al volver mostrándole el pasaporte—. Dice que ha venido a comprar… pero no vemos que lleve dinero ni tarjetas de crédito.

—Eso es fácil —replicó Jadwiga que había recuperado su móvil al quedarse sola—. Llevo mis tarjetas en el móvil.

Le mostró la pantalla de este con la aplicación de tarjeta virtual que le había instalado Pedro. El guardia dejó su pasaporte sobre la mesa.

—Puede vestirse —indicó—. No hemos encontrado nada ilegal.

Jadwiga se vistió, recogió sus cosas, dejando la copa sucia envuelta en un montón de toallitas dentro de la bolsa de estas y salió. No había nadie en el pasillo. Cuando llegó a la salida estaba el guardia que hablaba inglés que le abrió la puerta y le pidió mil excusas por la confusión. A la salida se encontró con un señor mayor vestido de traje y dos más jóvenes con uniformes que parecían policiales, pero sin armas. El señor mayo se adelantó hacia ella.

—Espero que no la hayan molestado mucho —la saludó en inglés—. En cuanto el señor Jerry Wilson nos avisó que la habían retenido empezamos a movernos para conseguir que la dejasen proseguir.

—¿Usted es? —preguntó Jadwiga.

—¡Ah! Sí. —le tendió la mano—. Disculpes soy Billy Medina. Tercer secretario de la embajada de los estados Unidos en Vilna. El señor Jerry Wilson está con el embajador en el banco… ¿vamos con ellos?

—No. No. Preciso hacer unas compras y nos veremos en el hotel, si no le importa.

—En ese caso nuestro chofer auxiliar el señor Pavel Adomaitis la llevará donde necesite. —Señaló a uno de los dos uniformados. Después sacó una tarjeta de visita y se la entregó—. Y cualquier problema que tenga no dude en llamarme.

—Muchas gracias —contestó Jadwiga algo decepcionada pues le pareció mono el tercer secretario.

Siguió al chofer hasta un sedán Mercedes clase S mientras el tercer secretario abordaba otro con su chofer. Un Pasat igualmente negro y con cristales tintados con matrícula del cuerpo diplomático del que no salió ni entró nadie siguió al Mercedes del tercer secretario. Jadwiga indicó al chofer que fuese hacia el centro y abrió el WhatsApp. Tenía una dirección y un número de paquete a recoger.

«Solo hay uno —indicaba Pedro en el mensaje— pero si lo tienen no compres los otros dos que hablamos. Los portátiles y los pendrives cómpralos en otro lugar, aunque ahí tengan».

Tocó en el cristal de separación e indicó al chofer la dirección. Este puso mala cara y preguntó si necesitarían protección.

Quince minutos después llegaban a una nave industrial semiabandonada en las afueras de Vilna. Pese a las admoniciones ...