Cosas del embarazo - Relatos Eróticos

Cosas del embarazo

... embarazo era de eso. En la calle, no eran tan necesarias, ya que cuando andaba no solía humedecerse a esos límites, aunque, por otro lado, siempre debía llevar los discos absorbentes para que no se le marcaran dos círculos en las camisetas. Su suposición era que el golpeteo de mover los pechos una y otra vez al andar, sacaba la leche, tampoco iba desencaminada.

Las horas pasaron y con un programa de cotilleos tan aburrido, acabó por dormirse en pleno sofá. Últimamente, se dormía con demasiada facilidad, aunque todavía se despertaba con relativa sencillez, y así lo hizo cuando escuchó los primeros pasos de Pablo dentro de la casa.

—¿Te has dormido en el sofá? —Eva gruñó en algún idioma desconocido en el momento que volvió a la realidad— ¿Te ayudo a meterte en cama?

—No…

Se puso en pie con todas las fuerzas que pudo, había recordado su cometido y de un salto, el más ágil que se tenía, se colocó delante de su marido. Una mirada felina le salió sin pensarlo, haciendo que Pablo levantara una ceja por lo extraño de la situación.

Eva dejó primero caer una manga, su hombro emergió a la luz y después, la otra. Solamente permaneció con la ropa interior cuando la bata acarició su piel hasta quedar echa un cúmulo de algodón a sus pies.

Pablo la miró con los ojos abiertos y Eva sintió que su plan salía a la perfección. Además, las bragas rosas apenas estaban mojadas y el sujetador del mismo color no podía dar abasto con semejante par de tetas. Era el momento propicio y en un tono erótico, de loba sedienta de carne, le soltó en un suspiro un poco más alto que el volumen de la televisión.

—¿Me haces otra cosa? —se lamió el labio y le quedó un gesto decente. Aunque el par de segundos en los que el silencio imperó, no le gustaron.

—¿Ahora, Eva? ¿De verdad?

—¡Muy de verdad! —contestó con rapidez. La cara erótica que trataba de poner, comenzó a tornar en una que era más digna de un enfado.

—Estoy agotado… además, que ya sabes… a ver si le va a pasar algo al bebé. —trató de que sus palabras salieran calmadas, sabía lo que venía después del rechazo.

—Al bebé no le va a pasar nada —dijo cortante, mientras su tripa se movía junto a su cuerpo—. ¡Al que le pasa algo es a ti! ¿Ya no te pongo, Pablo? ¿Es eso?

—¡Claro que me pones! Pero… —Eva estaba dispuesta a escuchar de todo, aunque le dolió igual— Así… Ahora mismo… No me pones demasiado.

—¡Vete a tomar por culo! —aulló la mujer levantando una mano y sintiéndose demasiado cansada para discutir. Solo le apetecía tumbarse de nuevo y quizá… comerse un regaliz.

—No te enfades. —no sonaba muy convincente y la mujer ni le prestó atención.

—¡Déjame en paz, que me voy a dormir!

—¿Aquí? ¿En el sofá? —Pablo no se dio cuenta de que mejor una retirada a tiempo.

—Si lo prefieres, lo hago en el suelo, no sé… —su ácido humor no la calmaba y, únicamente, quería estar en soledad, bueno… al menos, sola con su hijo.

—Ven a la cama y deja de hacer tonterías, anda. —trató de acercarse a ...