Cosas del embarazo - Relatos Eróticos

Cosas del embarazo

... eso… la ponía mucho más— Ven, sígueme.

El joven lo hizo, llegando hasta la sala que estaba tan en silencio como el resto de la casa. Con un dedo largo y fino, le indicó el sofá donde el joven posó sus nalgas. Ella se quedó de pie, mirándole sin decir ni una palabra, para instantes después, darle una botella de agua fría que sacó de la nevera antes de visitarle en el cuarto. El plan lo tenía medido al dedillo.

—Te sentará bien. Hace… tanto… calor…

La calefacción estaba apagada, pero la temperatura se había elevado en la casa, sumado al calor que manaba de ella y la bata, Eva estaba en el infierno.

Jon le devolvió la botella, con un leve temblor en los dedos que la mujer percibió sin mucho esfuerzo, sabía a lo que venía y ahora, le iba a dar lo que quería.

—¿Te importa que me ponga cómoda? La bata me va a hacer sudar… —un tono de voz digna de adolescente caliente de una película americana.

—Cómo quieras… —su inseguridad era palpable y sus ojos… ¡Cómo le gustaba a Eva esa mirada de deseo y timidez!

De forma pausada, sabiendo que estaba siendo admirada, Eva llevó sus manos de forma lenta y contenida al nudo que tenía en su abultado vientre. Sin dejar de mirar a los ojos a Jon, empezó a desatárselo con una sonrisa que denotaba la felicidad que sentía. El chico la admiraba como a una musa y justo entre las piernas, dentro del chándal que llevaba el día anterior… un bulto amanecía.

“Estás cachondo, pero dentro de un momento, lo vas a estar más” pensó la mujer sin poder evitar sentirse pletórica. Aquella noche meditó, sobre todo, en las consecuencias y en que notaria al día siguiente, pero no la importó. Se sorprendió por la escasa reacción al adulterio, aunque tenía una razón, según ella, no le iba a ser infiel a su marido, ya que no amaba a Jon, ni siquiera le gustaba, únicamente necesitaba su polla.

—Sabes una cosa… —Eva se detuvo cuando deshizo el nudo por completo, atrapándolo entre sus finos dedos sin dejar que la bata se abriera— Dicen que ahora que estoy embarazada, ya no soy atractiva. Jon, tú, ¿cómo me ves?

Puso cara de gatita indefensa, esperando que el joven le diera la respuesta correcta. Eva no sabía si podría contestarla, porque el rostro estaba palideciendo y su pene agrandaba cada vez más. Cuando la bata, de manera involuntaria, se resbaló por su hombro derecho dejando toda esa piel desnuda, el chico tragó saliva y contestó.

—Eres atractiva.

—¿Seguro?

La mujer dejó caer de golpe la bata de color rosa que no hizo ningún ruido cuando forma una media luna detrás de sus pies. Jon no contestó, hablar se le había olvidado y solamente podía poner atención al cuerpo desnudo de su vecina.

Sabedora de esa situación, Eva no había vestido más que su bata, rasurándose su zona sexual a conciencia, mejor que la otra vez, y también de cualquier otro lado que le resultara molesto. Le había tomado su tiempo, pero estaba perfecta, como siempre le gustaba sentirse antes del embarazo.

La mujer tomó asiento junto a ...