Cosas del embarazo - Relatos Eróticos

Cosas del embarazo

... su joven vecino, ese mismo al que había imaginado embistiéndola por detrás mientras bufada como un animal. Ahora, la imagen que proyectó en su mente estaba más cercana, era mucho más real.

—Yo… Yo… —la lengua se le trababa mientras sus ojos recorrían las innumerables venas verdes y marcadas que poblaban las tetas de su vecina— Te-Tengo novia, Eva.

—Me lo imagino… —la mirada de la mujer devoraba al muchacho— Eres un chico agraciado. Pero, Jon… —su mano se posó en el vientre del chico que no se movió y comenzó a bajar lentamente mientras ambos observaban el recorrido— no me interesa tu novia. Lo que me importa es esto. —la palma de su mano llegó con ganas a un lugar donde las piernas del muchacho se unían y Eva, incluso, lo pudo saborear. Se mordió el labio, aspiró con fuerza y su mano se cerró en torno a la polla dura del chico— ¡Qué suerte tengo…! —sus palabras se derretían en la boca y más sollozaba que hablaba— ¡La tienes grande…!

Eva le soltó con un sonoro gemido, colocándose de forma más apropiada, con el culo pegado al respaldo y los pies encima del cojín para abrir bien las piernas. Su sexo se abrió hambriento, queriendo devorar todo lo que le pusieran delante y con finas lianas viscosas que se estiraron a la vez que los labios se abrían.

Buscó la mano del joven, encontrándola dormida o muerta encima de su muslo, y la llevó hasta donde el fuego era más caliente.

—Ponla ahí. —no había tiempo que perder, estaba frenética.

El joven obedeció, abriendo la mano, al tiempo que Eva se la depositaba justo donde quería, en su húmeda vagina. Este empezó a masajear sin que ella se lo dijera, haciendo amplios círculos mientras la cabeza de Eva se acomodaba de placer.

—Mete un dedito, no seas tímido. No muerde… —la mujer se rio ante su propio comentario. Aunque según el dedo gordo y duro de su vecino la perforó, sus labios tornaron en un círculo que despidió un jadeo— Así… eso es lo que quiero…

El dedo del muchacho se movió con más esmero que destreza, su juventud paliaba la inexperiencia y pese a tener novia, seguro que no le había enseñado lo suficiente. No obstante, a Eva aquel movimiento la servía.

Sus piernas, del todo abiertas, empezaban a temblar y leves espasmos aparecían cuando el chico daba con el punto correcto. Jon miraba con deseo todo su cuerpo, sobre todo unas tetas que subían y bajaban debido a todo el aire que requerían sus pulmones.

—¿Puedo…?

—¿¡Comerme las tetas!? —mostró todos los dientes por un movimiento que la llevó al cielo— ¡Claro que puedes! Pero con cuidado, guapo, que las tengo muy sensibles.

Antes de que terminara de hablar, el hijo de Fran mamaba de su teta derecha como un lactante. El placer no podía ser mayor y entre la succión, el jugueteo de la lengua en su duro pezón y el diabólico dedo, Eva sabía lo que venía a continuación.

“Este niñato me va a sacar un orgasmo antes que Pablo…” se dijo lanzando una mano y atrapando una polla que parecía un hierro. Maldijo la tela del chándal que ...