Cosas del embarazo - Relatos Eróticos

Cosas del embarazo

... que decía su marido, así llevaban tres meses y todavía no había montado la cuna de su futuro bebé. Fue el instante en el que se le ocurrió algo. Vio como la mano del joven tocaba el pomo dorado de la puerta y ella, todavía delante del cuarto de su futuro primogénito, preguntó.

—Jon, ¿sabes montar cosas? —alzó los hombros— ¿Una cuna?

—Si tiene las instrucciones, no creo que sea complicado. —su rostro aún conservaba la palidez del momento anterior, sumado a unas orejas que estaban rojas como el fuego. Eva, sin contenerse, vio que el bulto de sus piernas era más grande. Se puso muy cachonda.

—Ven mañana y me ayudas. —ni se llegó a suponer que el joven rechazaría la propuesta. Jon no movió ningún músculo y la mujer, lo dio por bueno— Ahora, cuando venga tu madre, se lo comento.

—Vale. Hasta mañana entonces.

—Sí… —un guiño cómplice brotó de su ojo, algo que nunca se hubiera pensado hacer, pero así fue. Al final, le sonrió cuando este se disponía a marcharse, esperando que cerrara la puerta para correr a su cuarto y masturbarse— Hasta mañana.

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Raquel no opuso ninguna objeción a que su pequeño fuera esa mañana a montar la cuna. En cambio, a Pablo no le dijo nada, tal vez afectaba a su orgullo de macho alfa. Había tenido tiempo para montarla y también… para montarla a ella, aunque de eso mejor no hablar.

Su marido se fue a la hora habitual y ella se preparó para que el joven acudiera a su casa. No sabía cuándo sería, su madre le había dicho que pronto, pero no se imaginaba que para las nueve de la mañana ya estaría allí.

—¡Qué madrugador, Jon! —soltó con una sonrisa cuando le abrió la puerta. Detrás estaba su madre y Eva refrenó la cara de sexo.

—¿Hoy qué tal, cariño? —la buena mujer mostró su mueca alegre, Eva tenía total certeza que incluso durmiendo la tendría.

—Bien, mucho mejor. ¿Tienes algo que hacer hoy? —preguntó sin miramientos para saber si su plan se iría a pique.

—Sí… la compra de la semana… Voy a salir ya, a ver si también me cojo unas zapatillas nuevas. —la sonrisa cómplice, Eva se la devolvió, sintiéndose muy aliviada— ¡Haz un buen trabajo, eh!

Jon asintió a su madre y caminó con pesadez hasta el cuarto donde el día anterior, a Eva se le ocurrió la idea con un simple vistazo a la caja que casi tenía telarañas. La mujer se despidió de la vecina con una sonrisa, cerrando la puerta y sintiendo el calor de la casa, la calefacción funcionaba de maravilla y dentro de poco, parecería primavera.

Se anudó mejor la bata, sintiendo como los dedos de sus pies tocaban la madera que se iba calentando después de la gélida noche. El joven había comenzado a cortar los celos que unían la caja de cartón y ella le miró apoyada en la jamba de la puerta.

—Si tienes calor… —el joven miró a Eva. Era lo que quería y con la mano cerca del cuello comenzó a bajarla por un lado de la bata, abriéndola levemente y dejando algo más de piel al descubierto. Jon vio todo su cuello y parte del torso que bajaba hasta los senos— ...