Cosas del embarazo - Relatos Eróticos

Cosas del embarazo

... distancia y ayudo a mi padre en el taller. —nada más, la timidez juvenil de Jon, hacía que la situación le pusiera mucho más a Eva. Le daba la sensación de tener un cachorro asustado entre sus manos.

—¡Qué buen hijo! —estaban en el cuarto, dentro de nada alcanzarían su rellano— Y… —pensó en decirle algo más… algo que tuviera que ver con una insinuación. Sin embargo, el pitido de llegada resonó en sus oídos y la puerta se abrió— ¿Puedes ayudarme a entrar en casa?

Eva sabía interpretar su papel de dama desvalida y el joven, asintió mientras los dos abandonaban el ascensor. La mujer jugó un poco con las llaves, sintiéndose tan nerviosa como excitada, por lo que su cabeza se imaginaba.

Metió las llaves, sintiendo en su interior como Jon le metía otra cosa con rudeza y sin poner ninguna pega debido a su embarazo. De nuevo se sintió volar en una nube y sus piernas flaquearon a propósito para después llevarse la mano a la frente. El joven hizo un movimiento para cogerla, pero ni siquiera llegó a tocarla, como si su vecina la impusiera demasiado.

—¡Uy…! Me da que no me encuentro muy bien… —se asemejaba a un murmullo de doncella en apuros, había visto demasiadas películas en su vida para interpretar el papel a la perfección. Aunque, poco poseía de mujer desvalida, más era la villana del cuento que metía en su cueva al inofensivo joven— ¿Me acompañas dentro?

—Bien.

Cerró la puerta cuando pasaron el umbral, y lo primero que Eva sintió, fueron unas irrefrenables ganas de correr a su cuarto. En su cabeza no estaba Pablo, la infidelidad no la suponía un problema, seguramente lo pensaría más adelante, pero aquello no era por falta de amor, era necesidad.

—Ven conmigo. —anduvieron por el pasillo hasta llegar a su amplio cuarto donde la cama de matrimonio reposaba impoluta. Siempre había sido testigo de los polvos de Eva y Pablo, sin embargo, ¿podría ser que hoy viera otro?

La mujer se sentó de forma pesada, suspirando con fuerza mientras se quitaba el abrigo. Miró al jovencito, que esperaba paciente alguna orden al tiempo que observaba con extrema cautela cada parte de la estancia. El abrigo cayó en la cama y ella estiró los brazos, sonriendo por primera vez desde que le vio en el portal.

—Tráeme un vaso de agua, por favor.

Jon obedeció, saliendo del cuarto y dejándola sola para que pudiera resoplar tranquila. Era una máquina al rojo vivo con vapor saliéndole por las orejas. Necesitaba ventilarse para que la mente no le jugara una mala pasada.

Sin embargo, lo que su cabeza le pedía era otra cosa. Que el joven volviera, la abriera de piernas y descargara sobre ella semejante miembro que la dejara satisfecha para todo el embarazo. Se lo imaginaba debajo, encima y detrás de ella, también con su cabeza metida entre las piernas hasta que gritara de placer.

En la soledad de su cuarto, Eva descendió los dedos de su mano hasta la apretada entrepierna. Sintió el tacto dulce de la nueva malla, arañando con cuidado una vagina que pedía a ...