La casera enviciada (2/4) - Relatos Eróticos

La casera enviciada (2/4)

... mi horror, de que la lluvia había hecho que el material fuera transparente y, aunque llevaba un sostén, mis pezones eran claramente visibles.

Rápidamente apreté la toalla para cubrirme, causando que mis dos inquilinos jóvenes se rieran en silencio.

Ewan se inclinó hacia Anna y le susurró algo al oído... Por un momento, Anna lo miró con lo que parecía ser una leve conmoción, luego lentamente se volvió para mirarme, con una sonrisa clara en su rostro... Luego desapareció por el pasillo.

Se me heló la sangre y comencé a temblar... De repente me di cuenta de lo incómodos que se sentían mis pechos en el sostén empapado y alejé un poco la toalla de mi pecho para poder verlos.. Estaba muy avergonzada de notar que mis pezones estaban duros como una roca... Más duro de lo que los había visto en mi vida... Rápidamente acerqué la toalla a mi pecho.

‘Debe ser el frío’, pensé.

Hubo un silencio incómodo cuando Ewan y yo nos miramos el uno al otro... Entonces Anna volvió a aparecer desde el pasillo y juro que casi me muero... Ella estaba totalmente desnuda... Mientras caminaba hacia mí, traté de pronunciar palabras de protesta, pero sólo terminé haciendo un ruido confuso.

Con descaro, se detuvo frente a mí, con las manos a los costados, sin hacer ningún intento por ocultar su desnudez total... A pesar de mi estado, no pude evitar observar su hermoso cuerpo joven, con los pechos erectos, la barriga plana, las piernas bien definidas y, para rematar, su fina capa de vello púbico rubio que no ocultaba sus labios vaginales de la vista.

Ella sólo se paró frente a mí, inmóvil, con la cabeza inclinada hacia un lado... Su cuerpo parecía estar enviando el mensaje de que podía mirarlo todo el tiempo que quisiera.

Quería apartar los ojos, mirar en otra dirección, pero estaba obsesionada con su cuerpo desnudo frente a mí... Ni siquiera podía decir por qué... Nunca había sentido ninguna tendencia lésbica en mi vida, y no me había agradado mirar los cuerpos desnudos de otras mujeres... Pero Anna era diferente... ¿Por qué?... No lo sé.

Anna se acercó a mí, tan cerca que pude alcanzarla y tocarla si tenía el coraje de hacerlo... Pero fue Anna quien, con sus manos, comenzó a desabrochar los botones de la parte superior de mi blusa.

- “No... Detente... ¿Qué estás haciendo?”, le dije.

- “Necesitas quitarte esa parte superior húmeda... No seas tonta... Te morirás de frío”, me respondió Anna con voz tranquilizadora, convenciéndome de que estaba exagerando.

- “No... Estaré bien”, seguí protestando, pero sus manos continuaron desabrochando los botones, y casi antes de darme cuenta me estaba quitando la parte superior empapada de mis hombros y la arrojó en dirección al fregadero de la cocina.

Instintivamente levanté mis brazos y los crucé frente a mi sostén para que mis pezones no quedaran expuestos.

Mientras lo hacía, Anna volvió su atención hacia mí y desabrochó los dos botones de mi falda, luego bajó la cremallera. Estaba observando esto y ...