Mario el corneador (cap.10) - Relatos Eróticos

Mario el corneador (cap.10)

... dejes claro tu poder y eso haga que la situación sea como tu deseas que sea, a veces los pequeños detalles son importantes.

- Vuelves a tener razón cariño, todo esto es algo nuevo para mí, pero es lo que quiero y debo aprender, me encanta que además de follarme seas mi maestro.

- No soy maestro de nada, solo te ayudo a conseguir lo que quieres.

En ese momento Sara de nuevo llamo a Alberto.

- Un segundo Sara enseguida termino de servir los vinos y voy, le dijo su marido y cornudo.

- Ven enseguida aquí, ya!!, dijo ella en un tono mucho más enérgico.

El dejo todo lo que estaba haciendo y rápidamente se presentó ante su mujer, el tono en el que ella lo había llamado hacía presagiar que algo no lo había hecho debidamente.

- Quizás pienses que todo esto es un juego más para que te excites y después te hagas una paja, creí haberte dejado claro que nunca más seria así, creí haberte dejado claro que cuando no estes de acuerdo con tu situación actual podías coger la puerta y salir de esta casa y de mi vida, creí haberte dejado muy claro que tu obediencia es algo imprescindible y que no admite ser cuestionada en nada, si yo te llamo, tu vienes y te presentas a mí de manera rápida.

Sin apenas terminar de decir la última palabra Sara le dio una hostia a Alberto que le hizo tambalearse.

- También te advertí que todas las reticencias que encontrara en tu comportamiento las solucionaría y pasaríamos a otros escenarios que quizás no te gusten tanto y eso es algo que a mí me importa poco.

No me pruebes más y actúa como debes.

- Si Sara, perdóname, ha sido algo que ha pasado sin darme cuenta, perdóname por favor, lo siento mucho y te prometo que no volverá a pasar.

- No va a volver a pasar porque no te lo voy a permitir.

Desnúdate y a partir de ahora tus tareas en casa las realizaras desnudo, con tan solo tus braguitas puestas.

Ahora vamos, desnúdate.

Alberto se quedó blanco, pensaba que aquello de las bragas era algo que quedaba en una humillación privada entre él y su mujer, ahora la parte alfa de la pareja y al recibir aquella orden que además era para que siempre estuviese en casa solo con bragas se quedó helado, dudo, su vergüenza y pudor le podían, allí estaba Mario, además con su polla enorme tiesa, dura y siendo acariciada por su mujer.

Sara le miro fijamente, quizás solo fueron unos segundos, pero estaba claro que no podía fallar más a su mujer, Alberto se quitó el pantalón y la camisa, se quedó solo con una pequeñas y monas bragas rosas que tapaban muy poco su culo y por delante cubrían a duras penas su dispositivo de castidad.

Alberto se quedó frente a ellos en pie, con sus manos a la espalda y tratando de vencer a su vergüenza, aquella humillación era algo que no esperaba.

- Ahora discúlpate con nuestro invitado, solo lo has hecho conmigo.

- Discúlpame Mario por favor, ha sido una estupidez lo que he hecho, no volverá a pasar, lo lamento mucho y te ruego que me perdones.

- Por mi tu falta con ...