La Doncella (VIII): Pesadilla - Relatos Eróticos

La Doncella (VIII): Pesadilla

... Consigo enfocar un poco… Me han colocado otro cepo de hierro idéntico en los pies. idéntico mecanismo, un poco más grande.

Estoy dentro de lo que parece una gran caja de madera. Al recuperar la vista veo la portezuela cerrarse. Oigo el característico ruido de un candado cerrándose, asegurando la puerta desde fuera. Justo encima de mí hay un ventanuco rectangular, cerrado con tres barrotes verticales.

Esto empieza a moverse… Oigo los ruidos característicos de un carro: ruedas de madera sobre el camino, cascos de los caballos golpeando el suelo, gritos de uno de los monjes haciendo de cochero, ruido de un látigo. Todo tiembla, traquetea. Este carro es una mazmorra con ruedas y yo estoy prisionera en ella.

****************************************************************

He pasado todo el día sentada sintiendo los temblores del vehículo. Por mucho que lo he intentado no he conseguido calmar mi corazón ni mi cabeza. Siento la cabeza ardiendo y los pies helados. Ya entra muy poca luz por el ventanuco.

Un par de veces me he atrevido a levantarme y a mirar por la pequeña ventana. Sólo he visto un camino de tierra rodeado de arbustos espinosos.

No puedo ver nada de lo que haya delante del carro, pero han parado y parece que están abriendo una puerta. Nos volvemos a mover… Tal vez podría levantarme y mirar. Paramos.

Abren la puerta… Entra uno de los hombres. El techo es tan bajo que no puede ponerse de pie. Cuando yo lo hice toqué con la cabeza. Se agacha, me libera los pies.

Con dificultad, medio a gatas, salgo del carro. Estamos en un gran recinto, casi parece la plaza de un pueblo. Ya es de noche pero todo está iluminado por grandes antorchas. Hay muchos monjes, parece que todos miran algún espectáculo que se desarrolla allí.

Llegáis a tiempo de ver cómo se castiga a una bruja -me dice el segundo monje, el que esperaba fuera del carro.

Ese monje me sujeta por un brazo y me lleva hacia el centro del recinto. Los demás monjes se apartan para dejarnos pasar.

Allí, en primera fila, veo lo que ocurre. ¿Qué? ¿Qué clase de demonio ha ideado esto?

Una muchacha desnuda, manos sujetas a la espalda, pies sujetos por un cepo de hierro. Colocan una máscara de hierro sobre su cara. La sujetan con cuatro clavos. Los gritos de la infeliz harían huir a un lobo. Encima el monje que me sujeta hace comentarios: “los clavos hieren zonas no vitales, duele pero no mata”. Le ponen una soga al cuello. La izan colgando de una rama de un gran roble. El débil cuerpo de la víctima comienza a retorcerse. Debajo de ella hay un montón de leña. Ya lo tenían preparado. Ahora le prenden fuego y lo avivan con varios fuelles. La pobre no puede gritar pero emite unos ruidos horribles, de ultratumba… El repulsivo monje comenta de nuevo: “la habilidad del verdugo es tal que la asfixia no la mata hasta que siente el fuego purificador en todo su cuerpo”.

****************************************************************

Después de aquel repugnante ...