La Doncella (VIII): Pesadilla - Relatos Eróticos

La Doncella (VIII): Pesadilla

Esperamos al pie de la torre. Veo como una gran comitiva avanza por el camino principal. Sólo cuatro caballos se desvían por el camino que lleva a la torre.

Miro al suelo. Tapo la cara con mis manos encadenadas.

Los soldados saludan a Sancho. Uno de ellos comenta algo:

Don Julio, el párroco de AguasSantas, ha aparecido muerto despeñado en un barranco y medio comido por los lobos. Nadie sabe por qué salió ayer noche corriendo de la aldea.

Sancho no dice nada. Realmente, ese cura se lo merece. El camino antes de llegar a la aldea es escarpado y con varios taludes a un lado. A oscuras y corriendo debió caer.

Sobre los cuatro caballos sólo venían soldados, una avanzadilla. Ahora un carro, mucho más lento, avanza por el camino con dificultad. Tiene que parar a unos veinte pasos. Sigo con las manos delante de la cara, por entre los dedos veo bajarse a un hombre grueso y sin pelo. Vestido de oficial pero no muy apto para la batalla. Es Don Rodrigo…

Caminando con cierta dificultad llega hasta mí. Ha empeorado mucho físicamente en este tiempo. Parece que se ha pasado todos los días comiendo venado y bebiendo vino, sin descanso, sin control.

Aterrada doblo totalmente el cuello hacia el suelo y tapo por completo la cara.

No seas tímida pequeña puta, tienes que enseñarme la cara…

Al tiempo que lo dice, sujeta la cadena entre mis manos con sus dedos gruesos y tira con fuerza hacia abajo.

He venido a juzgarte -dice mientras me mira fijamente.

De repente su boca se abre como un pozo, sus ojos también, parecen dos faroles proyectando luz en direcciones diferentes. Suelta mis manos, retrocede murmurando. Llego a entender: “No, no, no, no puede ser”.

Mira al cielo con los ojos abiertos. Echa sus manos al pecho. Parece que siente un terrible dolor. Los soldados se asustan al verlo. Jadea desesperadamente intentando respirar, pero parece que no lo consigue. Lo veo sudar, en un instante parece haberse empapado.

Cae de rodillas. Sus hombres intentan ayudarlo pero no saben qué hacer.

Cae de bruces. Intenta levantarse, sangra por la nariz, puede habérsela roto en la caída. Vuelve a caer. Le toman el pulso… El soldado se vuelve con cara de derrota. Una nube de personas llega rodeando al cadáver.

Sancho me coge por la corta cadena de los grilletes. Tira despacio pero con firmeza. Lo más rápido que puede, me lleva al calabozo. Me vuelve a sujetar los tobillos y se va.

Cuando sube los primeros escalones me dice:

Ha caído fulminado al verte. Espero que sólo seas puta, no bruja. A ver qué ocurre fuera.

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¿Qué le ha pasado a Don Rodrigo?, ¿Ha sido un castigo divino? ¿Y lo del repulsivo párroco de AguasSantas? Estoy acurrucada en un rincón de la mazmorra. Casi en completa oscuridad, sólo entra un poco de luz por el hueco de la escalera. No puedo parar de temblar. Desde que Don Rodrigo cayó al suelo delante de mí, mis dientes castañetean y todo mi cuerpo vibra sin control. Lo ha ...