1. Camino hacia zoodoma. Capítulo III


    Fecha: 15/09/2019, Categorías: Zoofilia Autor: Nikki, Fuente: TodoRelatos

    ... por un bóxer alemán, mi perro, Tarzan, comenzó a ladrar con insistencia debajo de la ventana de mi recámara. Al principio me sobresalté asustada por el ruido, pero después cuando comencé a pensar sobre lo que pasaba, no pude evitar masturbarme con ferocidad. En mi mente imaginaba que Tarzan se había dado cuenta de lo que estaba viendo, y con sus ladridos exigía que lo dejara pasar para reclamarme como su hembra.
    
    Mis dedos entraban por mi vagina al ritmo de las embestidas del perro en el video, mientras los ladridos de mi mascota alimentaban mi imaginación. Para mis adentros la mujer del antifaz y el bóxer éramos yo y Tarzan, y podía sentir como mi pequeña fiera se esmeraba en meterme su roja verga hasta el fondo. En el momento en el que el perro del filme dio su último empellón para insertar su nudo dentro de su amante, uní los cinco dedos de mi mano para dar acceso a un puño completo dentro de mi, tratando de igualar la presión que aquella bola causaría en mi sexo. Tuve un orgasmo como nunca lo había tenido. Ningún hombre, e inclusive ninguna sesión de masturbación previa me había regalado un placer tan delicioso como el que sentía en ese instante. En el video el perro siguió pegado a su perra humana por varios minutos, y yo seguía moviendo el puño en mis entrañas para alargar aquella increíble sensación. Varios chorros de orina salieron disparados de mi mientras me corría una y otra vez, empapando por completo mis sábanas y casi mojando mi laptop sin que me importara. Cuando recuperé el raciocinio saqué la mano dentro de mi vagina y traté de controlar mi respiración. Si no hubiera sido por los ladridos de Tarzan seguramente mi familia hubiera escuchado mis gemidos, pero todo había terminado. El video llegó a su fin tras quince minutos de deliciosos orgasmos, y Tarzan y yo estábamos en silencio nuevamente.
    
    Me levanté de la cama con las piernas temblorosas y caminé hacia la ventana, para recorrer la cortina y ver a mi perro en el patio. Allí estaba, y en cuanto se dio cuenta de que lo miraba, se acercó al alféizar parándose en dos patas para pegar su nariz al cristal. Por un momento pensé en abrir la ventana y hacer realidad el sueño que acababa de vivir, pero aún tenía miedo. Era mas consciente de lo que me gustaba, pero no quería hacer algo de lo que me arrepintiera después. No ahora, y no con mi mamá y mi hermana a pocos metros bajo el mismo techo. Besé el cristal como si besara a Tarzan a través de el, y cerré la cortina dispuesta a dormir. Apagué la computadora y cambié las sábanas para después acostarme entre la vergüenza y la culpa. Evité pensar en el tema por varios días, en los cuales veía con incomodidad a cuanto perro con el que coincidiera, hasta que una noche en la que revisaba algunas cosas por internet varios perros de la calle comenzaron a ladrar con fuerza, haciendo que mi corazón latiera aceleradamente. Necesitaba volver a sentirme como la noche anterior. En aquel momento me convencí de que no había nada de malo si solo lo ...
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