1. Las amigas de Ana. Vacaciones con Carol. Parte 4


    Fecha: 16/02/2024, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Escribidor, Fuente: TodoRelatos

    ... orgullo aún salieron a relucir.
    
    –Yo no soy como la zorra de tu mujer, que va enseñándole las tetas a todo el mundo. Sigue soñando con estas –dijo mientras se agarraba sus pechos por abajo y los levantaba ante mis ojos–, que te vas a quedar con las ganas de verlas.
    
    A mí me hizo gracia su comentario porque, al margen de sus tetas, tenía el resto de su cuerpo desnudo ante mí. Y entre los zarandeos y las trasparencias de su sujetador, poco era lo que aún estaba oculto a mis ojos.
    
    Pero lo único cierto es que a esa mujer le iba la marcha. Le ponía el sexo duro y que la maltraten y la humillen. Se había casado con un viejo incapaz de satisfacerla y que le ponía cachondo verla siendo dominada por otros hombres, y el verdadero problema de aquella pareja era encontrar a las personas adecuadas que satisficieran sus necesidades. Después del primer azote, ya habían visto en mí a esa persona, y la rubia estaba intentando obtener el mejor trato de mi parte provocándome para que me ensañara con ella. Y yo iba a complacerla con sumo gusto.
    
    –Esos dos globos de silicona me excitan tanto como las arrugadas y peludas pelotas del cornudo de tu marido. Ya tengo en casa dos tetas como dios manda, erguidas, duritas y naturales. Y si dejo que mi mujer se las enseñe a todo el mundo es para que las zorras como tú, que tendríais las tetas caídas si no fuera por un cirujano, os muráis de envidia ante dos monumentos como esos –casi pude notar cómo Carol se excitaba al otro lado del ventanal que, ligeramente abierto, permitía escuchar todo lo que allí decíamos–. Si quiero que te quites el sujetador es, primero, porque quiero tener tu pezones a mano para retorcértelos a gusto, y segundo, porque me gusta tener a mis putas desnudas y arrodilladas antes de reventarlas como pienso hacer contigo.
    
    Las pupilas de la rubia se dilataron y de su coño ya manaba flujo. Estaba tan cachonda que casi se derrite allí mismo, pero aún intentó responder para provocarme un poco más. Y digo intentó porque en cuanto abrió la boca para hablar, de un cachete le crucé la cara, que empezó a tornarse roja. Ella entendió que ya había terminado el tiempo de retarme y claudicó asumiendo su papel. Entonces, en absoluto silencio, se arrodilló ante mí y se quitó el sujetador, cachonda como una perra. La verdad es que el cirujano había hecho un gran trabajo. Sus tetas no parecían las de una mujer de cuarenta años con un hijo. Sus erizados pezones, además de dejar al descubierto lo cachonda que estaba, indicaban que la sensibilidad de sus tetas no había mermado pese a la silicona. Pero yo no iba a darle el gusto de decirle algo así.
    
    –Qué asco de tetas. No valen ni para correrse en ellas. No me extraña que las lleves siempre tapadas. Seguro que ni siquiera lo sientes cuando te las acarician.
    
    Mientras decía eso cogí uno de sus pezones y se lo retorcí con todas mis fuerzas. En lugar del quejido que esperaba, la mujer solo gimió de gusto como una zorra.
    
    –Mmmmmmmmggggggggghhhh…
    
    Guadalupe, ...
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