1. Las amigas de Ana. Vacaciones con Carol. Parte 4


    Fecha: 16/02/2024, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Escribidor, Fuente: TodoRelatos

    ... silencio y escondeos. Que no se pierda detalle. Quiero que lo vea todo.
    
    –Mmmmm… joder, ya estoy cachonda.
    
    A las cuatro y cinco me abrió la puerta el viejo. Me invitó a pasar y me llevó al salón. Allí estaba Guadalupe, de pie, en ropa interior. Un tanga de encaje blanco y un sujetador semitransparente. Sus areolas casi se salían por arriba de la tela y sus pezones se marcaban ostentosamente. El viejo se sentó en su butaca.
    
    –¿Este? –le preguntó la rubia a su marido–. ¿El marido de la golfa? Joder, Antonio, cada día me los traes peores, no vales ni para esto… Este es un cornudo, y si la zorra de su mujer se tiene que buscar a otros por ahí, es porque no da la talla en la cama…
    
    Sorpresón. El viejo ricachón mantenía a Guadalupe y hacía de marido controlador de puertas para afuera, pero la que cortaba el bacalao era ella… No es que me hubiese invitado a follármela sin contar con ella, es que a ella le valían todos…
    
    Yo la miré sonriendo y me acerqué muy lentamente a ella, hasta quedarme a escaso medio metro.
    
    –Si en algún momento ves que no eres capaz de seguirme el ritmo, pídeme perdón por lo que acabas de decir, reconoce que no eres suficiente mujer para mí, y te dejaré en paz y me marcharé. Pero intenta aguantar, tu marido va a disfrutar mucho con lo que voy a hacer contigo.
    
    En ese momento vi cómo Carol y el hijo de la rubia, con los ojos como platos, se asomaban desde la terraza, al otro lado del ventanal, por una esquinita, quedando ocultos tras una maceta. Debían de haber accedido a la terraza desde otra habitación.
    
    –¿Que yo no soy suficiente mujer para ti? Mira chaval…
    
    Ella se quedó con la palabra en la boca porque en ese momento la agarré del brazo y la lancé contra el sofá. Por lo inesperado del movimiento, no supo reaccionar, y tropezó cayendo de cara sobre él, con un ridículo gritito agudo y dejando su culo en pompa ante mí.
    
    El primer azote resonó sobre el silencio, debido a la estupefacción de todos los presentes, tanto en el salón, como escondidos en la terraza. El segundo ya compartió protagonismo con los primeros insultos. Yo me senté sobre su espalda, para inmovilizarla, y pese a que no paraba de patalear, mi mano descargaba una y otra vez azote tras azote sobre su culo. Cuando sus nalgas ya estaban completamente rojas, sus «cabrón», «hijo de puta» o «malnacido» iban seguidos de unos imperceptibles gemidos que, sin embargo, no escaparon a mi oído. Entonces aparté su tanga y le metí dos dedos de golpe en el coño.
    
    –Estás encharcada, zorra.
    
    Guadalupe se revolvió para mirarme. No supe decir si su cara era de odio o de excitación.
    
    –Eres un cornudo, pichafloja.
    
    De un fuerte tirón me quedé con el tanga de la mano, arrancándoselo y desgarrándolo sin compasión. Ella quedó tirada en el sofá en una posición un tanto cómica. El gemido de placer al arrancarle el tanga no lo pudo disimular, pero cuando le agarré del pelo y le pedí que se arrodillase y se quitase ese sujetador, los últimos coletazos de su ...
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