1. Mi Ama me convirtió en un perro


    Fecha: 14/02/2024, Categorías: Dominación / BDSM Autor: DominAma, Fuente: TodoRelatos

    ... serían los invitados de mañana,, pero al darte cuenta, te levantaste del sofá como un resorte y, visiblemente molesta, rebuscarse en el baúl de los juguetes hasta sacar uno de tus látigos.
    
    Ataste el extremo de mi correa a la estructura metálica de la jaula y también ataste mis patas delanteras y traseras con dos bridas. Estaba en un equilibrio inestable, pero tuve claro que eso era exactamente lo que querías en esa situación.
    
    Sin decir una palabra, y al verme completamente inmovilizado, comenzaste a hacer silbar el látigo en el aire. Sentía miedo. No me gusta el dolor, y menos cuando este llega con motivo de un castigo, o fruto de un mal comportamiento. Quería cerrar los ojos, pero ni siquiera me diste oportunidad para ello, ya que colocaste la máscara de perro que me habías puesto antes con los ojos en mi nuca.
    
    No veía absolutamente nada. No sabía dónde estabas, y tampoco podía escuchar tu voz. Pero sentí perfectamente el primer latigazo. Duro. Seco. Intenso. Impactó en mi espalda y emití un grito. Al hacerlo te enfadé todavía más y me dijiste:
    
    “No hagas que vaya a por la mordaza, perra. Recibirás los siguientes sin emitir ningún grito. Como mucho te dejo ladrar. No me calientes más de lo que estoy por tu signo de desconfianza”
    
    Agaché la cabeza y esperé pacientemente el siguiente impacto. No tardó en llegar. Esta vez sobre mi culo. Me retorcí, pero conseguí aguantar el grito. Después llegó otro, que atravesó mi espalda para terminar impactando en mi pecho. Me dolió mucho y ladré fuerte, para caer como un cordero, atado de manos y pies, hasta quedar de medio lado.
    
    Entonces soltaste el látigo y te acercaste a mí con pasos decididos. Me quitaste la máscara y te vi con la vara en la mano y pensé: No por favor… con la vara no… pero me habías dejado claro que los perros no hablan, así que tensé mi cuerpo y esperé la sucesión de golpes cortos de una intensidad brutal. Empecé a moverme de un lado a otro, casi desesperado por desatarme, lo único que conseguía es que las bridas ejercieran aún más presión sobre mis articulaciones, así que llegó un momento en el que me rendí. Sollozando, me dejé ir. Me quedé inmovil en el suelo mientras mi mente se protegía de los golpes que recibía mi cuerpo. No sé los varazos que recibí. No sé el tiempo que estuviste pegándome, ni cuándo dejaste de hacerlo, pero recuerdo que un tiempo después sentí que me despertabas arrojándome un vaso de agua a la cara.
    
    Estaba atardeciendo, y le di gracias al cielo por la temperatura tan increíble que hacía, porque de no ser así, me hubiera muerto de frío allí mismo.
    
    Te agachaste y cortaste las bridas con una tijera, pero sentía fuego en tu mirada. No era excitación. Era enfado. Estabas furiosa por haberme descubierto curiosear lo que hacías con el teléfono, y aunque estaba arrepentido, ni siquiera podía pedirte perdón. Agarraste fuerte la correa y me llevaste a la jaula. Ataste el extremo de la correa a la misma estructura metálica que antes, y saliste.
    
    Al ...
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