La Sacerdotisa De La Noche: Noche 6 - Relatos Eróticos

La Sacerdotisa De La Noche: Noche 6

... en mitad de la nada.

“Que está pasando?” apenas pudo decir el joven.

“Te lo contare todo…” dijo Daemeeth, llevándolo al interior de su escondite.

Sentados frente a frente, Daemeeth cogió sus manos. Edrok la sostuvo con fuerza, deseaba realmente escucharla y entender.

“Mi nombre es Daemeeth. Diamnith es… era, mi hermana gemela. Siempre la admire y deseaba ser como ella. Cuando ella comenzó a servir a Astarté Oscura hace años, yo la seguí,” indicó la acólita.

“Entonces así conociste a la madre de Aalyat?” preguntó Edrok y Daemeeth asintió.

“Nadie más sabía que yo era su hermana, solamente Elanya y Aalyat. Llevaba un manto para cubrir mi rostro y todos creyeron que era una doncella cualquiera y algún infortunio me había desfigurado. Diamnith solía estar cerca de ella, y pronto comenzó a ver que ya no deseaba servir a la gran diosa. Tomando mi manto un día; ella entró a ver a Elanya y la asesinó. Llegué a tiempo para verla marcharse y juré vengarme de ella por haber traicionado mi confianza y acabado con nuestra señora. Fue así como esperé durante años hasta que convencí a Aalyat de terminar lo que su madre había comenzado… y llegué hasta Ashtaroth…”

Todo comenzaba a tener sentido para él, aunque también le dolía un poco que le hubiese utilizado.

“Y cuando llegué, os vi. Mentí en muchas cosas y no te dije quién era, cierto; pero no sobre lo que siento por ti. Sin pensarlo, te encontré a ti, y por primera vez en mi vida; solo deseaba estar contigo… sin importarme nada más. Ni siquiera Aalyat…” confesó ella.

“Es lo que tu corazón siente?” repuso Edrok, anhelante.

“No más mentiras… no pienso dejarte ir, porque yo… yo te amo, Edrok. Dejaría a Astarté Oscura solo por ti,” contestó ella.

“Dejemos Ashtaroth. Ven conmigo…” le pidió el joven y Daemeeth negó con la cabeza.

“No puedo hacerlo aún, pero cuando esto acabe, estaremos juntos…”

Edrok no entendía, pero se aferró a esa esperanza que resplandeció ante él. Aún así, quería saber algo más.

“Y Diamnith?”

“La… la m-mate…” tartamudeó y le tembló el labio. “La mate hace unos días y engañé a todos, pero no podía mentiros más… y sabes, no pasa un minuto en el que no me arrepienta de ello. No me siento mejor por haberlo hecho, y tendré que vivir con la culpa, es el precio que debo pagar.”

Él la abrazó. No le importaba nada de lo que había hecho, para él; ella era perfecta aún en sus errores. Daemeeth daba pequeños besos a su cuello, aferrada a él con todas sus fuerzas; sentía que se había quitado una losa enorme de encima.

Al separarse, Edrok escrutó su rostro pálido. Ella acarició su mejilla tiernamente.

“No deseas hacer esto. Lo puedo ver en tu mirada,” dijo él.

“No tengo… debo hacerlo. Tu mismo lo has dicho, es una obligación elevada…” respondió Daemeeth.

“Daemeeth… lo entiendo…” solo pudo decir Edrok, consciente de que ella, muy en el fondo; vacilaba en continuar pero no quiso presionarla.

Regresaron al pueblo, dirigiéndose a la casa de Kesri para ...