La Sacerdotisa De La Noche: Noche 6 - Relatos Eróticos

La Sacerdotisa De La Noche: Noche 6

... empezaba a ser un poco más densa y les cubría por encima de los tobillos. Edrok se cruzó de brazos, seguía sin apartar su mirada del horizonte.

Su fe estaba poco más que rota. Ya no deseaba saber nada más de dioses o purificación, para el hijo de Hatimekh; el modo en el que Aalyat trató a su padre le convenció de que no todo podía ser hecho a cualquier costo. Ni siquiera le importaba si ella acababa o no con El Inicuo, era alguien demasiado insignificante como para darle una estima que no merecía.

“Solo necesito saberlo. Y me marchare… nada me ata a este lugar,” comentó él.

“No te importo? No significo nada para ti?” le preguntó Daemeeth, dolida por la dureza de sus palabras y con ojos crispados, conteniendo el llanto.

Sin responder, Edrok solo suspiró y continuó observando el lejano horizonte. Las montañas más distante se hallaban envueltas por la espesa niebla y parecía descender a gran velocidad. Casi estaba listo para emprender su camino, alejarse del mundo entero; más sus piernas vacilaban en dar ese paso definitivo y dejar todo atrás.

La acólita peleaba con sus demonios y por una vez, supo que no podía perder algo preciado para ella.

“Perdóname, Edrok… yo... yo mentí,” musitó entrecortadamente.

Por primera vez, la miró y vio que habían lágrimas en sus ojos.

“Por qué?”

“No es lo que crees… yo…”

“Entonces qué? No entiendo nada,” repuso Edrok, cada vez más frustrado.

“No soy quién crees! No soy Diamnith!” exclamó Daemeeth en el silencioso paraje. La expresión del muchacho cambió súbitamente.

“Qué estás diciendo? Por todos los dioses, acaso me crees estúpido!?” chilló Edrok.

Desesperada al saber que no le creía, comenzó a llamar a su hermana y a maldecir a viva voz. Edrok la tomó del brazo y la zarandeó, tratando de calmarla.

“Tienes que creerme… por favor…” repetía sin cesar.

No sabía que hacer. Podía irse sin más, pero a su mente vinieron las palabras dichas por el Oráculo de Dagon.

“La Sacerdotisa Diamnith dejó este mundo hace días… aunque su espíritu ha conseguido llegar hasta aquí, no has hablado con ella.”

Como si hubiesen removido un velo de sus ojos y mente, también recordó lo que ella había dicho al momento de la muerte de su padre, de que no le conocía. A unos metros alejados de ellos, un prodigio comenzó a ocurrir. La silueta fantasmal y difusa de Diamnith empezó a formarse, aunque no era etérea del todo, vestía las mismas ropas con las que había muerto y aparecido a su hermana en reiteradas ocasiones.

“Dice la verdad…” dijo Diamnith.

Su voz era un débil eco lejano, no obstante Daemeeth la escuchó como si realmente estuviese allí.

“La escuchaste? Es ella, es ella… os lo juro…” suplicó la acólita mirando su rostro desencajado por esa aparición sobrenatural.

“La veo… la puedo ver…” balbuceó Edrok, mirando en dónde estaba la difunta sacerdotisa.

Daemeeth giró la cabeza y pudo ver a su hermana gemela cerca de ellos. Sin ninguna advertencia, se desvaneció dejándolos a solas ...