La Sacerdotisa De La Noche: Noche 6 - Relatos Eróticos

La Sacerdotisa De La Noche: Noche 6

... Sacerdotisa de la Noche abrió de par en par y tragó sin mucha dificultad aquel pedazo de polla. Primero la dejó ir a su ritmo, usando sus labios para hacer presión a lo largo de su sexo y chupando con fruición, Daemeeth exhalaba con la mirada perdida y ruborizada debido a las intensas sensaciones que recorrían su ser.

Asiendo con fuerza su cabello, la acólita oscura fornicaba su boca sin ninguna delicadeza. Cuando tuvo suficiente de ella, la tomó del brazo y la arrojó a la cama y mientras Aalyat la miraba con la locura reflejada en sus facciones cada vez más inhumanas, Daemeeth se quedó de pie. La Sacerdotisa de la Noche resopló enojada.

“Que te sucede?” preguntó con brusquedad Aalyat.

“Perdonadme, no puedo hacer esto. Simplemente no puedo…” murmuró Daemeeth y sin darle tiempo a responder, recogió su túnica y abandonó la habitación.

Aalyat gruñó y golpeó la cama, sin entender el rechazo de su acólita. Daemeeth se vistió y salió de la casa. Al perderse de vista a su espalda, la mujer se llevó las manos a la cabeza, no comprendía porqué Edrok había aparecido en sus pensamientos.

Sentía que no era correcto hacer eso, después de decir todo aquello a solas en su escondite y lo que habían hecho en los últimos días. Con la mirada perdida en el horizonte, intentó convencerse que todo lo que estaba haciendo era por la causa de su diosa.

“No seas ingenua, tu único propósito es servir a Astarté Oscura. Nada de lo que sientes es verdadero,” se dijo a sí misma.

De nuevo, las palabras dichas el día anterior resonaron como un eco nítido en su cabeza. Acaso lo poco que aún conservaba de su humanidad la estaba traicionando? Pensó Daemeeth, mientras las imágenes de ese momento de felicidad regresaban a ella. Deseó con todas sus fuerzas que fuera mentira el hecho que aquel joven piadoso de los dioses la había atraído, destrozado ahora por su áspero comportamiento y la muerte de su padre; algo que podría haberse evitado si ella no hubiese jugado un intrincado y retorcido juego de mentiras, venganza y muerte.

Ella gimió en voz baja, su alma atribulada se hundía por el peso de su juramento y por el hecho que, no podía permitir perder a alguien más que fuese importante para ella, primero Elanya, después Aalyat y… su hermana. Daemeeth se recostó contra la pared y gruñó entre dientes.

“Oh gran Astarté Oscura… por qué no me ayudas!? Arrancad de mi espíritu ésta debilidad,” reprochó la acólita, echando la cabeza hacia atrás, angustiada.

Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, dejando una fina marca negra en su rostro pálido y desesperado. Sin saberlo, su difunta hermana la observaba con expresión compungida; deseosa de poder ayudarla pero consciente del abismo sobrenatural que ahora las separaba.

Los pensamientos de la sacerdotisa renegada eran un verdadero torbellino. Lo único que deseaba hacer en esos momentos era encontrar a Edrok, estar a su lado en esa hora oscura para él y no pensar en nada más. Tal vez eso aliviaría la gran ...