1. Candela 02: la precuela


    Fecha: 30/07/2023, Categorías: Lesbianas Autor: Clementine, Fuente: TodoRelatos

    ... sintiendo su temblor, viéndola clavar a veces los talones en el colchón y levantarlo, y sacudirse fuerte. Me hablaba entre los muslos, pero no la entendía, su voz vibraba en mi coño haciéndome temblar, volviéndome loca de placer y de deseo, como si nunca, de ningún modo, pudiera ser suficiente. Nunca. Mi cuerpo temblaba de placer, de culpa y de un deseo incontenible, inagotable, como si quisiera consumirla en mi llama, deshacerla a caricias, hacer que se evaporara en una nubecilla de gemidos perfumada de fresa, como su aliento, de sal, como aquel coñito en que pecaba inexorablemente. Inexorablemente, me veía arrastrada a su mar, a su temblor, a sus gemidos y jadeos, al placer desconocido que desplegaba en ella con mi boca y con mis manos.
    
    Ni sé cuanto duró, ni recuerdo si llegue a correrme, o si aquello era un orgasmo entero, un largo orgasmo, una onda de placer que compartíamos besándonos, amándonos en un mar de caricias, de tacto de piel sedosa, de apretar carne firme, de escuchar el trino dulce de sus gemidos. Ni siquiera la veía. Veía sus detalles, el crisparse su rostro cuando cerraba los ojos y sus labios se entreabrían en un gemido; el temblor mínimo que la sacudía cuando tomaba entre mis labios uno de aquellos pezoncillos inflamados y mullidos; el agarrarse sus dedos a las sábanas como si fuera a caerse; el quejido si mínimamente lo mordía; el crispar sus dedillos torpes en mi coño, en aquella caricia inexperta que me daba más placer, más agonía que nada que hubiera sentido. Era como estrenarme yo también en aquel estallido de ternura y de sorpresa.
    
    Antes de salir del cuarto, dejé en la cinturilla de sus bragas un billete de cincuenta y la besé en los labios.
    
    Camino de casa, ya sola, paré en un bar para tomarme un gin tonic. Pensé que era mejor oler a alcohol que a chicle de fresa. Sorprendida, me di cuenta de que no había en mí ni un ápice de arrepentimiento. Objetivamente, estaba mal. Eso lo entendía, pero no conseguía arrepentirme. Estaba dispuesta a condenarme en ese infierno, y algo en mi interior me permitía entenderlo como una fatalidad ineludible, algo por lo que resultaba inútil arrepentirme, porque no estaba en mi mano evitarlo. El destino inexorable. 
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