1. Candela 02: la precuela


    Fecha: 30/07/2023, Categorías: Lesbianas Autor: Clementine, Fuente: TodoRelatos

    ... ocasión, conseguí arrancar de su boca un gritito un poco más que coqueto y mimoso. No pude contenerme y lo repetí rápidamente. Su culito empezaba a ponerse colorado.
    
    El quinto consiguió que sus ojos brillaran húmedos. Creo que fingía más dolor del que sentía, pero debía dolerle. En aquella ocasión dejé que mis dedos se deslizaran por debajo del culito hasta encontrar su vulva húmeda. La acaricié despacio.
    
    Me incliné sobre ella tomando sus nalgas en mis manos y separándolas, tirando con los pulgares, y lamí el estrecho agujerito de su culo. Gimió, y me entretuve un ratito allí, besándolo y sintiendo el contoneo suave con que respondía al estímulo. Introduje el pulgar en su chochito empapado, que se abrió al sentir el contacto.
    
    Gemía suave y tímidamente. Intuí que nunca lo había experimentado, que mis dedos eran los primeros en entrar en aquel chochito sonrosado, en rozar el clítoris inflamado. Gemía. La incorporé para morderle el cuello sin dejar de acariciarla, de sentir la suavidad de la piel que se abría al contacto de mis dedos, el estremecimiento que la recorría entera cuando rozaba su botoncito duro.
    
    Era consciente de que estaba mal y, pese a ello, se me imponía el deseo, la dulzura de aquel cuerpecillo menudo conociendo el placer. Tiré de ella. La atraje a la cama. La senté entre mis muslos. Acaricié sus pezoncillos inflamados, esponjosos, su coñito sensitivo. Dejó caer la cabeza atrás, hacia mí, y mordí sus labios. Sus jadeos en la boca me enervaban. Mis dedos ya chapoteaban en ella, que culeaba nerviosa. Parecía desconcertada, como si no esperara aquello, como si rebasase sus expectativas. Separé la mano y descargué un cachetito suave al que respondió con un quejido mimoso. Me temblaba entre los brazos, entre las piernas, y sentía su temblor como una agonía propia.
    
    Me aparté para dejarla caer sobre el colchón y me coloqué sobre ella. Sentí el contacto de su lengua como una pequeña muerte dulce, y me hundí entre los muslitos delgados para besarla, para hacerla gemir, para beberla entera sintiéndola temblar. A medida que aumentaba su excitación, que ardía en mi boca, parecía empeñarse en mí con más ahínco, lamerme más fuerte, más deprisa, sin contención alguna, como si quisiera acabarme. Su culito se levantaba como ofreciéndoseme, y la lamía entera, tomaba su botoncito entre los labios, los separaba con los dedos, lo succionaba atrayéndolo a mi boca y jugueteaba en él con mi lengua. Me desesperaban sus lametones incontenibles, y el abandono en que me dejaba cuando apenas conseguía respirar y su cuerpecillo se tensaba temblando. Me incorporé un poco y volví a acariciarla con la mano, a rozarla entera, a clavar los dedos en ella, a descargar ligeros cachetes en su chochito. Movía la cabeza frenéticamente y su cara se restregaba en el mío. Alterné durante una eternidad los dedos que la penetraban, la mano que la azotaba, el deslizarme arriba y abajo a lo largo de la puertecilla sonrosada, de los labios florecidos, inflamados, ...