Caso sin titular XLVI: la doble violación. - Relatos Eróticos

Caso sin titular XLVI: la doble violación.

... hizo detenerse para mirar a su espalda el origen del ruido.

Laura aprovechó la inesperada distracción para lanzarse a la fuga, buscando un lugar donde resguardarse hasta que pudiera pensar en otra cosa o su chico retornase.

Fue directa a la puerta de cristal corredero que había empleado para salir y entrar llevando las cosas.

Recriminándose a sí misma el haberla dejado cerrada, en vez de abierta de par en par, cosa que, en su momento, hizo para que no entrase el bochorno cuando las horas del día se fueran acumulando, vio reflejado en el cristal cómo ese hombre se acercaba a ella corriendo, mucho más rápido de lo que se habría podido imaginar por su edad y constitución.

Tenía la mano sobre el botón de la cerradura para poder deslizar la hoja cuando notó un fortísimo tirón cuando ese asaltante, estirando su brazo, capturó entre los dedos de su mano una buena cantidad de su melena.

La cabeza de Laura se desplazó violentamente hacia atrás, guiada por la fuerza física que ese hombre maduro aplicó sobre su cabello, y apenas logró rozar con la yema de los dedos esa cerradura, ante cuya presión reaccionó para que se accionara el mecanismo que desbloqueaba la puerta acristalada.

Mientras ese hombre tiraba de ella hacia atrás, la veinteañera alzó con una desesperada inercia su otro brazo, como pretendiendo agarrase a esa puerta, pero no logró otra cosa que arañar el aire.

- No lo pongas difícil, puta, que bien que te exhibes pidiendo a gritos un macho -escuchó que decía, a la vez que veía, reflejado en esa corredera de cristal que un instante antes era el símbolo de su salvación, cómo el asaltante alzaba su otra mano y, con tremenda fuerza, descargaba un fortísimo tortazo en su trasero.

La joven se revolvió, girando y empujando como pudo al hombre, golpeándole en su pecho con uno de sus puños, consiguiendo que, por un instante, la furia de su defensa lo desconcertase, quedándose con algunos cabellos en su mano, de la que logró desprender su melena, con una momentánea cara de tonto, que pronto fue quebrada por un gesto de furia al que siguió un empujón que la desequilibró, haciéndola caer al suelo,

Tirada cuan larga era sobre las baldosas del suelo junto a la piscina, Laura intentó recuperarse, alzándose sobre los codos y reptando, impulsada por sus pies, hacia la mesa en donde todavía permanecían los utensilios del desayuno,

El vecino tiró de ella por los tobillos, atrayéndola hacia sí, haciendo que sintiese cómo alguna de las piedrecillas sueltas que había se le clavasen en la piel y, especialmente el roce en sus sensibles pechos.

Pataleó y empujó, girando hasta quedar boca arriba, a la vez que él perdía pie y se tenía que apoyar sobre la tumbona donde, apenas un rato antes, ella había estado disfrutando de la lectura bajo la luz del sol.

La veinteañera se impulsó con los pies hasta llegar a la mesa, pero el maduro asaltante, gruñendo como un perro que ha olido a su presa, agarró el oscuro sujetador que colgaba de uno ...