Caso sin titular XLVI: la doble violación. - Relatos Eróticos

Caso sin titular XLVI: la doble violación.

... Hola -saludó el propietario de la sombra, un hombre bastante maduro con gesto serio, hosco, con un cabello cortado a cepillo en el que se entremezclaban el tono oscuro con el canoso, lo que, sumado a unos ojos saltones, enrojecidos, le recordó a alguien, aunque no acertaba a hacer memoria.

- ¿Qué? -acertó a preguntar, sorprendida, a la vez que se daba cuenta de su propia semi desnudez, intentando cubrirse con el libro los pechos como medida provisional en mitad de la confusión del momento-... pero... ¿quién...?.

El hombre la miraba con una extraña intensidad, de una forma que, casi, resultaba inquietante, como si quisiera grabar en sus retinas lo que estaba viendo, lo que le hizo sonrojarse ante ese escrutinio que rozaba lo obsceno, mientras, en su cabeza, la idea de tener que ponerse el sujetador pasaba a ocupar el primer puesto, antes incluso de siquiera pensar en quién era y qué hacía esa persona allí.

- Éste “maricón de mierda” se ha cansado de mirar -anunció, avanzando hacia ella, repitiendo, con retintín lo que el novio de Laura le llamase la primera vez que descubrieron que los espiaba- y viene a disfrutar de una auténtica puta.

Esas amenazantes palabras se clavaron como cuchillos profundamente en la cabeza de Laura, despertando una sensación de terror que la hizo ponerse a sudar, a la vez que su corazón comenzó a palpitar tan fuerte que parecía salirse del pecho.

Aun así, era todo tan irreal... tan... tan... imposible, que, paralizada en el sitio, apenas acertó a preguntar, como si, todavía, pudiera ser que todo fuera nada más que una broma de mal gusto de su chico o, quizás, un sueño que su mente calenturienta hubiera elaborado y que, en realidad, estuviera dormida en la tumbona, aunque... sus sueños nunca parecían tener color, que recordase... eran, como de otra consistencia, por decirlo de alguna forma.

- ¿Qué quiere? -incluso al decirlo en voz alta, descubrió lo tonto que sonaba, sin que la pregunta detuviera el avance del maduro, lo que hizo que el chip cambiase, guiado por la adrenalina que regresaba con fuerza para inundar cada centímetro de su cuerpo, haciéndola saltar en el sitio y levantarse para gritar, con más fuerza que confianza real-. ¡Váyase!.

Su grito lo detuvo por un instante, a la vez que aparecía un gesto de sorpresa fugaz en el rostro de su oponente, justo antes de que lo sustituyera una sonrisa impúdica que acompañaba perfectamente a la mirada de deseo con que miraba el joven cuerpo femenino que tenía a poco más de un brazo de distancia.

Instintivamente, sin pensar, Laura le tiró el libro a la cara cuando comprendió que ese intruso, fuera o no el vecino mirón, no iba a marcharse por mucho que ella dijera o desease.

También desechó ese minúsculo pensamiento de que aquello pudiera ser un sueño, casi tan rápido como había aparecido.

El hombre se agachó a un lado y esquivó con facilidad el lanzamiento del volumen, que terminó cayendo a la piscina, de forma que el sonido sí fue algo que lo ...