1. La preñada y sus ardores


    Fecha: 09/08/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... haber visto alguien mirando fuera y que teníamos que irnos a un lugar más discreto para evitar habladurías.
    
    Por lo cual nos fuimos a su habitación, donde seguí con mis caricias en base a la crema tonificante del D. Prudencio, entrando en terrenos más caudalosos al traspasar la cinturilla de sus enormes bragas, pero mis brazos no eran lo suficientemente largos para llegar a donde yo quería, o sea al chumino de la preñada.
    
    Cuando traspasé la cintura de la braga y ya tocaba su pelambrero felpudo, vi que se ponía nerviosa, y preferí dejar el juego para otra ocasión antes de perder a la dulce preñada, pues era mejor dejarla con la miel en los labios.
    
    Y quedó algo estupefacta, cuando le dije que se había acabado la sesión pues debía irme al monasterio y ella debía descansar después de tanto ajetreo.
    
    Me fui camino de monacato pensando en como me lo haría en el siguiente encuentro, cuando a la puerta del Albergue estaba un pequeño grupo de peregrinos extranjeros, y entre ellos la la peregrina voyeur. Una gorda polaca de buen ver.
    
    Les acomodé lo mejor que pude a la voyeur no muy lejos de mí, y cerca de su marido como ella me pidió, pues este venía muy fastidiado por las ampollas y algo de fiebre por las caminatas.
    
    A medianoche me levanté al baño, pues además de mear, Bartolo se ponía tieso, y era momento de darle un meneo. En ello estaba sin que diera cuenta de que la puerta estaba abierta, y ya con el mondongo en plena fiesta apareció la voyeur que no le quitaba ojo a mi Bartolo.
    
    Ni corta ni perezosa, se echó a un lado la braga y al instante se encalomó el príapo hasta la base, aunque se barrigón no dejaba que la inserción fuera al 100% , pero le bastaba para poder dar saltitos, mientras me pedía chupara sus buenos rosetones, su orgasmo coincidió con mi lecherazo del cual no pudo disfrutar mucho pues ya oímos moverse a su marido.
    
    Estaba claro que esta era una experta folladora, pues me había dejado en un minuto seco y bien pringoso.
    
    Al dia siguiente le conté en comandita al padre Florencio las escenas, lo cual aceleró su calenturienta cabeza, que no su príapo, pero le gustaba de tocárselo mientras le narraba los hechos. Concluida una pequeña chupada, me aportó un buen tarro de crema para el cuerpo y otro un tanto especial para las partes íntimas.
    
    Deje a la buena moza Estrella, huérfana un par de días, y me dejé caer a la tarde-noche para poder cenar y tras ello repetir el sobeo como la vez anterior, pero esta vez ya no fue en el bar sino en la habitación grande de la casa.
    
    Me dijo que le urgía le mirase el verrugón pues le dolía una enormidad, se lo chupé un buen rato y le di crema calmante lo que me agradeció con un beso, tras el cual me puse en sus cuartos traseros y le volví a sobar con la crema, pero dejando que Bartolo recorriera su espalda y su culamen, aunque fuera con todas las ropas puestas.
    
    Cuando ya la tenía bien calentada, le dí a los pezones y dejé un poco de crema especial por encima del felpudo y otro ...