1. Alicia en el país de las maravillas


    Fecha: 25/03/2019, Categorías: Incesto Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... decir?
    
    — Muñoz la ha cubierto de regalos.
    
    — ¿Cómo lo sabes? —pregunto, sin entender.
    
    — Los elegí yo.
    
    Nos quedamos callados mientras el ascensor baja.
    
    — Si no te apetece contestar, no pasa nada, pero por qué no te quedaste con él.
    
    — Me cansé de que se beneficiara de mis ideas y de mi esfuerzo —y luego matizó— Él jamás me ofrecería una participación en su empresa.
    
    — Entonces, acerté al ofrecértela.
    
    — Exacto —sonrió— Durante un tiempo incluso pensé que ocuparía un cargo de relevancia allí, pero el muy cretino siempre tenía una excusa para no ascenderme.
    
    Permanecemos en silencio hasta que llegamos a la planta baja.
    
    — ¿Vuelves al despacho?
    
    — No, tengo que ir al súper a por un par de cosas y luego me iré a casa.
    
    Entonces Jorge me tiende la mano y me mira con una sonrisa perspicaz.
    
    — ¿Quieres el pase? —pregunto haciéndome el despistado.
    
    — No, el papel que te ha dado Alicia.
    
    — ¿Vas a llamarla tú?
    
    — ¿Yo? —inquiere, con asombro— Jamás se me ocurriría tirarme a la hija de Castigo.
    
    — ¡No jodas!
    
    — No, no jodo, y espero que tú tampoco —sentenció— La bruja ha decidido que empiece desde abajo, pero sabe muy bien que su hija tiene una mina de oro entre las piernas.
    
    — No pensaba llamarla.
    
    — Dame el papel —insiste— La tentación es el arma de la mujer, y la excusa del hombre.
    
    Entonces recuerdo que hasta un homosexual como Oscar Wilde, decía: “Sé resistirme a todo excepto a una tentación”. Aunque sólo haya leído uno de sus libros, admiro a Wilde y le hago mucho caso. Saco pues el papelito de mi bolsillo y se lo doy a Jorge que, antes de despedirse, lo rompe y lo tira a una papelera que hay allí al lado.
    
    — Confía en mí, Alberto. Es mejor no tener ese número.
    
    La moto no arranca a la primera, la batería se debe estar agotando. Tendré que acordarme de comprar una nueva para cambiarla. Lo haré yo mismo, ya que soy más celoso con ella de lo que nunca he sido con mis parejas. Meto primera, segunda, tercera. En un instante estoy debajo del Manzanares, y entonces se me ocurre una cosa y vuelvo atrás. A una chica como Eva tal vez pueda apetecerle, pero sobre todo me apetece a mí.
    
    Cinco minutos después. Un sinfín de restaurantes, de pubs y coches en doble fila. Porteros elegantes, probablemente de la Europa del este. Una señora más o menos torpe intenta aparcar bien. En su opinión, claro. En realidad, está bloqueando un carril de la avenida. Chicos y chicas se agolpan en la entrada del sitio de moda.
    
    Me escabullo entre los coches, evito una tentativa de cambio de sentido y me planto en Cibeles. A la derecha y después recto hasta el Retiro. Al fondo a la izquierda y después de nuevo a la derecha. Hotel Villalba. Aparco la moto y bajo con cuidado de no golpear la bolsa de plástico.
    
    — Buenas noches.
    
    Joder, no lo había pensado, no sé el apellido de Eva.
    
    Abro la boca antes de comprender que voy a tener que pedirle un favor a este amable caballero. El portero, un hombre de unos sesenta años con ...
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