Alicia en el país de las maravillas - Relatos Eróticos

Alicia en el país de las maravillas

1. El lobo.

Me siento a la mesa y me pongo a trabajar, reviso unos papeles, leo la sinopsis del nuevo programa de tarde. Mi mente se distrae, sigo divertido los pasajes. No está mal. Es un juego sobre la escuela, con materias y preguntas del currículo escolar. Aparecen la directora, los profesores y, naturalmente, los alumnos, que además son los concursantes. Cuando fallan tres veces la respuesta, son eliminados y enviados con la directora. Son seis participantes, luego pasan a cuatro y, al final, a dos.

Me parece perfecto, entretenido, divulgativo, educativo, a los padres les va a encantar que sus hijos lo vean en casa. Es ideal para la programación anterior al prime-time de Bang, la que va entre la finalización del telediario y la franja de máxima audiencia de la noche.

Estefanía Ortega, la ayudante de la directora de Tele3 y nuestra infiltrada en ese canal, ha informado a Jorge de los proyectos que han descartado y de lo que están buscando, y parece que lo que necesitan es justo este tipo de programas, al menos durante el periodo lectivo.

Mañana tenemos la reunión. Esa es la virtud de Jorge: utiliza el dinero de manera inteligente. Él es partidario de invertir el cuarenta por ciento de los beneficios en gratificaciones, participaciones en otras empresas, colaboraciones en nuevos proyectos, investigaciones, aplicaciones para teléfonos móviles, cadenas emergentes, pequeñas producciones independientes. “No podemos quedarnos quietos, tenemos que diversificar para minimizar riesgos”. Hacia delante es el lema de Avance, mi empresa audiovisual.

Jorge, licenciado en económicas, lo estudió, calculó los riesgos y las inversiones, abrió una sociedad en Miami, una en Milán, otra en Marsella. Las cuatro “emes”, junto con Madrid. Pequeñas oficinas que hacen que el producto se mueva y que, tras seis años de duro trabajo, emitimos veintitrés programas entre España, el resto de Europa, Méjico y EEUU.

No me puedo quejar. Jorge Ruiz es la mejor adquisición que podría haber hecho. Me lo sugirió Marco Antonio, el diseñador gráfico con quien realicé mis primeros trabajos para televisión. Aún hoy nos vemos de vez en cuando y mantenemos una buena relación. Jorge no quiso entrar en Avance la primera vez que se lo propuse. Había que poner una cantidad inicial de capital y entonces aún no se fiaba de mí. Si hubiera tenido valor y ganas, lo habría recuperado en poquísimo tiempo. Luego, en vista de cómo nos iban las cosas, le ofrecí una participación del 25%, que entonces era el máximo que podía permitirse. Ahora es mi socio minoritario y, sobre todo, no está dispuesto a jugárselo todo.

Alguien con la determinación y el talento de Jorge, perfectamente podría haber abierto Avance por su cuenta. Cuando lo conocí gracias a Marco Antonio me deslumbró su carácter emprendedor y dinámico: “Conozco tu historia” —me dijo— “Y quiero trabajar contigo”. Y cuando le pregunté por qué, tan solo me contestó: “Es como cuando hago kite-surf; necesito tener viento. Pues ...