Alicia en el país de las maravillas - Relatos Eróticos

Alicia en el país de las maravillas

... conocerlo.

— Mucho gusto, me llamo Alicia.

No toda buena acción va seguida de una recompensa, pero la aparición de ese ángel femenino me hace recuperar la fe perdida tiempo atrás. Es pelirroja, bastante alta (con tacones), exuberante en sus formas, con unos grandes ojos cristalinos y la nariz respingona. Me tiende una mano delgada, que no puedo evitar mirar como un idiota, y le digo:

— Encantado. Alberto García.

Ella se ruboriza en cuanto siento el contacto y baja los ojos.

— Igualmente —entonces se vuelve sobre sí misma y se marcha apresuradamente.

— Mi compañera es un poco tímida —sonríe Simona— En unos minutos podrán pasar —añade, y sale de la sala dejándonos solos.

— Ya ves, pobre chica… —se venga mi socio— ¡Le has dado la mano y ya está embarazada!

Le propino a Jorge un suave empujón en el hombro.

— Vale, vale. Estamos empatados, pero para ya con eso, que esta reunión es importante —le recrimino intentando dejar de sonreír.

— Venga, pongámonos serios, que entraremos enseguida.

Jorge abre un sobre de azúcar y lo echa en su taza de café.

— Son las cinco y cinco de la tarde. Estábamos citados a las cinco en punto, ya verás como Castigo no nos recibe antes de veinte minutos.

— Perdona, pero ¿cómo puedes saberlo?

— Sólo lee a Saenz de Urturi, el suplemento cultural del El Mundo y Mujer Hoy, de El País, y aunque diría que es completamente contradictorio, también le gusta Federico Moccia y sus libros de amor. Sobre su tendencia sexual no pondría la mano en el fuego, a pesar de que tiene una hija de veinte años, lleva tiempo separada. Lo más gracioso es que nos está haciendo esperar porque la cita de hoy ha sido concertada gracias al político que la puso ahí, por absurdo que parezca. ¿Te das cuenta cómo actúa el poder? Quiere hacernos entender que, sea cual sea el resultado, ella es quien manda, quien decide. Ya sabes, mujeres que odian a los hombres… —y entonces Jorge se encoge de hombros y esboza una sonrisa socarrona.

Eso es lo que Jorge hace: va al núcleo del problema, al corazón del enemigo, y se ríe de él. También yo me tomo el té antes de que se enfríe y bebo un poco de agua. Echo una mirada a los tres trabajos que presentamos y encuentro una hoja encima de cada uno.

— ¿Quién ha hecho esto?

— Cristina, esta mañana, sin que le dijera nada. Ha dicho que una pequeña chuleta de la historia nos podría ir bien para un repaso rápido…

— Ha hecho muy bien —comento— Felicítala cuando la veas. En Avance echamos a quienes nos traicionan o decepcionan, pero debemos dar la justa importancia a quien se la merece.

— Exacto.

Miro la hora. Son las once y treinta y cinco. Si Jorge tiene razón, deberían llamarnos ahora. Me fijo en que tengo varios mensajes. Los abro.

“Cómo estás, Alberto?”

“Acabo de aterrizar en Madrid”

“Tienes plan para esta noche?”

Por un momento me quedó en silencio. ¿Eva? Claro… ¡Eva, la azafata! Eva, la que me traía las cervezas. Eva, la de los pechos brincando arriba y ...