El Regalo: Senderistas, Una cita y dos Garrulos - Relatos Eróticos

El Regalo: Senderistas, Una cita y dos Garrulos

... arrinconó contra la pared de la piscina y la abrazó agarrándole con descaro las nalgas. Con el cuerpo totalmente pegado, la mujer notaba la erección del hombre apoyándose en su tripa.

Cuando Miguel vio como Paco empezaba a morrearse descaradamente con Silvia no pudo evitar quedarse mirando. La voz de Laura le sonó en el oído.

— Mi tía es una mujer muy caliente y muy dócil, además.

— Ya veo. — En ese momento los estremecimientos de Silvia le indicaron que la mano de su acompañante debía estar agarrándole directamente el coño.

— Vamos a salir ya, me estoy arrugando como una pasa.

Salieron del agua todos, a Paco y Silvia les dio vergüenza quedarse solos en el agua, hubiese sido demasiado obvio que no estaban precisamente bañándose. Cuando ya estaban todos fuera llegó María trayendo una bandeja con bebidas.

— Muchas gracias guapa, no sé qué haríamos sin ti.

— ¿Cómo es que no has venido a bañarte con nosotros? — Laura miraba a María con evidente simpatía.

— Me acabó de lavar el pelo y no me lo quería mojar.

— Se nota, estás muy guapa ¿vas a salir?

— Pues eso quería comentar, me han invitado a cenar esta noche ¿Puedo ir?

— Necesitamos que nos atiendas en la cena.

— No pasa nada yo puedo encargarme de la cena. — Silvia saltó en defensa de María.

Paco no sabía qué hacer, por un lado, no le hacía ninguna gracia que su mujer saliese sola, por otro lado, no quería parecer un jefe explotador. Lo que acabo por decidirle fue Silvia, estaba seguro de que ella tenía tantas ganas de follar como él. Acabó cediendo, aunque sabía que aquello iba a proporcionar un par de ramas nuevas en la cornamenta que él mismo se estaba construyendo.

María se arregló para salir, nada demasiado formal se puso un bonito vestido de tirantes y unas sandalias cómodas. En lo que si se esmero fue en la ropa interior, eligió un sugerente conjunto en color oscuro con un pequeño tanga y un sujetador que le levantaba las tetas, se maquilló cuidadosamente y se cepilló el pelo.

Apenas había terminado de arreglarse cuando ya el sonido del timbre le avisó de que su cita había llegado a buscarla. Bajo las escaleras nerviosa como una colegiala, hacía muchos años que no tenía una cita con un hombre que no fuese su marido. Para ella esa era una situación anómala y no acababa de convencerla.

Antes de salir miro por la ventana, a Miguel y Paco se les veía muy a gusto en compañía de sus dos visitantes, de hecho, su marido había colocado la tumbona muy pegada a la de las más bajita de las dos. María se despidió brevemente, las dos chicas le desearon que lo pasará bien mientras los hombres únicamente se despidieron con vagos gestos con la mano.

Víctor estaba esperándola al lado del coche, unos pantalones vaqueros muy nuevos y una camisa blanca le daban un aspecto juvenil, la recibió con una sonrisa y dos besos en las mejillas. Cuando tuvo el detalle de abrir la puerta del coche para que entrase ella tuvo la sensación de que iba a ser una gran ...