1. El Regalo: Conociendo el Establo


    Fecha: 24/03/2019, Categorías: Incesto Autor: Atlas, Fuente: TodoRelatos

    ... las correas.
    
    — Ahora Silvia te va a dar tu recompensa zorra comecoños.
    
    Silvia le subió la falda a la sorprendida María que encerrada entre los muslos de Laura no se había enterado de sus manejos. Cuando le arrancó las bragas intento revolverse, pero Laura la volvió a sujetar la cabeza con los muslos mientras le agarraba con fuerza por el pelo.
    
    — Tú sigue chupando cerda, si te va a encantar.
    
    Ya se estaba imaginando a que se referían, cuando notó como algo empezaba a presionar su coño intentando entrar. No pudo evitar un pequeño grito cuando venciendo la resistencia de sus músculos el consolador la penetró. Silvia empezó un mete-saca rápido haciendo que María se moviese adelante y atrás.
    
    María apenas podía continuar lamiendo el coño de Laura, por eso cuando ella soltó un sorprendentemente intenso chorro de flujo la pilló por sorpresa y le dejo mojada toda la cara.
    
    Laura se levantó de la cama se puso una camisa larga y salió de la habitación. Silvia no dijo nada y María que en ese momento estaba mordiendo las sábanas mientras la polla de goma la sometía contra el colchón ni se enteró.
    
    Silvia se follaba a la criada con energía, normalmente era su joven acompañante la que usaba el consolador con ella y estaba disfrutando de la experiencia de ser ella la que podía utilizarlo con otra mujer. La tenía agarrada con fuerza por la cintura y veía como la polla entraba y salía, María se corrió y se desplomó sobre el colchón.
    
    Las dos mujeres permanecían unidas y abrazadas sobre la cama cuando la puerta de la habitación volvió a abrirse. Paco y Miguel miraron asombrados a las dos mujeres, entonces entró Laura abriéndose paso entre los dos hombres.
    
    — Ya lo estáis viendo, estas dos putas en lugar de cumplir con sus obligaciones se dedican a follar como conejas. Hay que darles un escarmiento.
    
    Las dos maduritas la miraron con cara de asombro, había estado con ellas hacía pocos minutos y ahora las acusaba. Por eso ni siquiera protestaron cuando los dos hombres las sacaron de la cama desnudas como estaban y las empujaron camino de las escaleras para salir de la casa.
    
    Las hicieron cruzar el jardín caminando delante de ellos, cuando franquearon la puerta del establo tardaron unos segundos en adaptar la vista al cambio en la luz.
    
    — Pero, pero ¿esto qué es?
    
    María no pudo decir más, le ataron las manos a la espalda y le pusieron un collar de perro en el cuello. Entre Miguel y Paco la levantaron del suelo llevándola sentada en una especie de sillita de la reina. La colocaron sobre uno de los bancos que había preparado Paco y la fueron dejando bajar lentamente clavándole el prominente mango por su indefenso culo.
    
    Mientras la pobre María gemía con su ojete estirado por el trozo de madera, le ataron una cuerda a la cintura y la pasaron por debajo del banco para que no pudiese levantarse, otra cuerda colocada del collar a un aro empotrado en la pared terminó por dejarla inmovilizada totalmente.
    
    — Tú espera aquí, ahora le toca a tu ...
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