Alberto - Relatos Eróticos

Alberto

... del coche. Sonriendo, cogió únicamente los zapatos y cerró el coche sin coger sus medias y su tanga. Con los tacones en la mano, fue junto a Alberto y juntos llegaron a la salida del garaje hasta el vestíbulo donde cogerían el ascensor.

Al entrar, apretó el botón del décimo piso y dejo caer los tacones al suelo para lanzarse a ese joven y empezar a besarle mientras llevaba la mano a su entrepierna. Alberto gimió en cuando sintió aquella mano apretar con fuerza sus testículos hinchados y respondió apretando fuertemente las nalgas de Laura por dentro del vestido hasta clavarla las uñas y hacerla gemir de dolor dentro de su boca mientras se besaban.

- Eso…. Eso…. Ha dolido – dijo sonriendo y separándose de él – Pero no pares.

Y volvió a apretarse contra él para besarse sin parar hasta que llegaron a su piso.

Abriéndose las puertas, Laura cogió sus zapatos del suelo mirando a Alberto. El chico le miraba con lujuria. Estaba ya despeinado, y ella también. Sus cuerpos ya olían solo a sexo, y sus bocas habían dejado ya de recordar el sabor de sus bebidas teniendo en sus papilas el del otro. Se buscaron fijamente con sus miradas en mitad del descansillo del largo pasillo de frio mármol que hacía que Laura sintiera la piel erizada, aunque estaba segura que era más por la excitación que por estar descalza. La mujer sonrió abiertamente al joven.

- Dios…. Debo estar loca.

- Pues eso me gusta. – dijo él dedicándola una mirada llena de deseo.

Laura sonrió abiertamente al ver como Alberto volvía de nuevo a mirar a sus pies, pasándose la lengua por los labios despacio y luego a ella.

Laura estaba deseando entrar en casa. Ese chico estaba excitado con ella y ella con él. Él la deseaba, deseaba su cuerpo, sus pies; ella le deseaba a él y Laura estaba encantada de que ella, de que sus pies y su cuerpo, fueran objeto del deseo de él.

- Entremos cuanto antes. – Susurró llena de excitación - Quiero sentir tu calor dentro de mí.